Dic 26, 2020 08:43 UTC

ParsToday- Entrevistador (E): Bienvenidos está comenzando Entrevistas, una producción de ParsToday que da espacio al análisis desde una visión diferente y que les permite a ustedes sacar sus conclusiones.  Esta vez el invitado es Pablo Jofre Leal (PJL) quien desde Santiago de Chile hará un análisis sobre los acontecimientos más importantes ocurridos en el continente americano durante el 2020 que está a punto de terminar.

 

Bueno, faltan pocos días para que se acabe este año y sería bueno hacer un balance de lo que ha ocurrido en el continente americano, tal vez podría ser países como Venezuela, Perú, Bolivia, Chile, entre otros, prácticamente de América Latina, pero también incluimos a Estados Unidos, como un país influyente en la región; entonces, Pablo, por favor, adelante, con tu análisis.

PJL: Un gran saludo al mundo auditor de radio Voz Exterior de la República Islámica de Irán, en un año 2020 que se nos va, desde el punto de vista occidental, un año 2020 que está a punto de terminar y que, desde el punto de vista de poder tener como ejemplo de cómo ha sido la situación latinoamericana, podríamos tomar a ciertos países como referente, entre ellos EEUU y los países latinoamericanos. Hay ir más allá de Latinoamérica, hay que tomar al continente americano, empezando por EEUU, continuando con Venezuela, Bolivia, Chile, Perú.

En el caso del país norteamericano (EEUU), en forma indudable, ha sido noticioso, no solo en virtud de la derrota de la Administración Trump ante la posibilidad de ser reelecto, sino cómo este presidente ha convertido su administración, en particular, en los últimos meses de su administración, en una serie de políticas agresivas contra Venezuela, Cuba, Nicaragua, República Islámica de Irán, la Federación Rusa, etc., en general  continuando su política hostil contra los países de Asia Occidental, de ahí se derivan todos los procesos de normalización que ha llevado a cabo entre la entidad sionista y monarquías feudales, como los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y la monarquía marroquí, normalizando sus relaciones y dejando atrás la posibilidad cierta de la autodeterminación del pueblo palestino. El mismo hecho de llegar a acuerdos con Marruecos, para reconocer una soberanía de un territorio que no tiene, es parte de la política violatoria de EEUU en el concierto internacional. Entonces, un año 2020 que se ha caracterizado por intensificar la violación del derecho internacional por la Administración Trump y, en el plano interno, ha catalizado todo lo que es la violencia racial y social, en el marco de una pandemia que ha afectado notablemente a EEUU. Es el país con el mayor número de contagios y muertos en el mundo y, sin embargo, su presidente es negacionista, incapaz de llevar adelante una lucha sostenida contra la COVID-19.

Respecto a Venezuela, en este año, el 6 de diciembre tuvo elecciones parlamentarias que, finalmente, recobraron el Parlamento o Asamblea Nacional (AN) para el chavismo, para la Revolución Bolivariana, pero al costo de seguir intensificando la presión contra Venezuela, por parte de EEUU, la Unión Europea (UE) y otros países agrupados en el Grupo de Lima y coordinados por el secretario general de la OEA, Luis Almagro, quien se ha convertido en el personaje más siniestro, en el personaje más sometido y servil a los designios de Washington.

Una Venezuela que está sujeta a una política de máxima presión que la tiene en una situación económica difícil; una situación económica de bloqueo, una situación sanitaria que ha logrado sortear mejor que otros países de América Latina la pandemia, pero que indudablemente necesita generar nuevos vínculos internacionales que es lo que hace ahora con la República Islámica de Irán, con Rusia, con China, países que podrían darle un respiro a esta Revolución (Bolivariana) que no sabemos cómo se va a desarrollar en el plano de las relaciones con el nuevo gobernó estadounidense, presidido por Joe Biden. Es una incógnita. Indudablemente, lo que requiere Venezuela es un respiro por parte de este agresor (EEUU) y de los países de la UE que han sostenido una política hostil contra Venezuela.

En el caso de Perú, también hay una crisis política. Recordemos que los últimos cinco presidentes peruanos han sido sometidos a procesos, o se han suicidado o escapado de la justicia peruana. Todos ellos involucrados en actos de corrupción, vinculados principalmente a la compañía Odebresht de Brasil, que a su vez tiene en el concierto latinoamericano una serie de acusaciones por corrupción, fraude, tráfico de influencias, que en el caso de Perú ha afectado a los últimos seis presidentes, logrando ya la renuncia o destitución; incluso la destitución del último presidente Martín Vizcarra, sucedido por el señor Manuel Merino, presidente del Parlamento, que duró unos días en el cargo, y finalmente Francisco Sagasti, quien está ocupando hoy la presidencia de Perú. Un Perú que está transitando por complejidades propias de un país sometido a la COVID-19 y sus efectos sanitarios y económicos de esta enfermedad, pero también una situación política heredada, que dificulta mucho las soluciones, pues los peruanos no confían en el Parlamento, no confía en el mundo político; entonces, eso implica una revisión profunda de lo que ha sido hasta ahora esa política peruana.

Bolivia, vecino de Perú y Chile, ha vuelto después de un golpe cívico-militar, a retomar el camino del Movimiento al Socialismo (MAS) con el triunfo de Luis Arce Catacora y David Choquehuanca, la forma presidencial y vicepresidencial que, en forma inédita en el mundo, logran, luego de ser derrocado un movimiento como el MAS y derrocado el presidente Evo Morales, por elecciones controladas, observadas y vigiladas, desde el punto de vista internacional, retomar un gobierno que había durado 14 años. Esto es inédito y da muestra que las acusaciones de fraude que se tildaron entonces contra Morales resultaron ser absolutamente falsas y más bien se trató de un golpe fraguado desde Washington, con el apoyo de la OEA, el Grupo de Lima y los grupos de ultraderecha de Bolivia, agrupados principalmente en Comité Cívico Cruceño y políticos como Jorge Quiroga, Carlos Mesa y otros que están involucrados en desestabilizar la política boliviana; lo que esperamos es que se deje tranquilo para que gobierne y administre el país la nueva fórmula presidencial y no volver a ejercer los mismos predicamentos, ejemplos y acciones que condujeron al derrocamiento de Morales.

En el caso de Chile, país que vive una situación muy difícil, muy compleja y aguda desde el punto de vista de las exigencias de la población para que haya un cambio absoluto, medular y estructural del país. Prueba de ello es la exigencia de un cambio constitucional que, efectivamente, genere en el país un cambio en la forma que hasta ahora se ha llevado la política, generalmente popular, centrada en la casta política, en grupos pequeños y sin participación efectiva de la ciudadanía, de ahí que las protestas de octubre del año 2019 hayan continuado este 2020, aun en el marco de la pandemia de la COVID-19, lo que muestra la profundidad de la indignidad, la rabia, de una población cansada de 30 años de una democracia representativa, que no ha cambiado en esencia. La democracia heredada de la dictadura de Pinochet, que no ha cambiado el modelo económico, político y social, que no ha cambiado el tema previsional, humanitario y educativo, por lo que hay una población que, desconfiando del parlamento y de la casta política, exige esos cambios medulares.  

Yo diría que eso es lo que podríamos señalar de algunos países latinoamericanos como ejemplo, incluyendo a un país americano, como Estados Unidos, que podría ser perfectamente asimilable a lo que sucede en otros países como Brasil, Colombia, donde en este último país —caracterizado por atacar a Venezuela, acusándolo de antidemocrático y violación de los derechos humanos— en verdad, Colombia es hoy uno de los países más violadores de los derechos humanos de su población con centenares de asesinatos y masacres cometidas contra líderes campesinos, sindicales, desmovilizados de las guerrillas, lo que ha generado una situación en la cual Colombia, un país con cientos de bases militares de EEUU en su territorio, se ve claramente que cuenta con el aval, la complicidad y el apoyo de EE.UU.

Una América Latina, entonces, que requiere cambios estructurales, de fondo, de otro modo de las situaciones de crisis sociales, de rebelión social, de sublevaciones de la población en busca de mejores oportunidad, de mejores perspectivas de vida, va a ser una característica del año 2021 en adelante. 

 

 

 

          

 

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