“El régimen sigue en crisis y la monarquía es su símbolo fundamental”
Dic 28, 2020 13:36 UTC
El veterano doctor en Ciencias Políticas e histórico militante de izquierdas Jaime Pastor (València, 1946) ha coordinado junto al eurodiputado de Anticapitalistas, Miguel Urbán, la edición del libro ¡Abajo el rey! Repúblicas (Editorial Sylone y Viento Sur).
En este trabajo, se recogen reflexiones de distintas voces de los territorios del Estado que plantean soluciones hacia un proceso constituyente que facilite un referéndum sobre la forma de estado. El punto de partida es el momento actual, la crisis de régimen de la cual la situación de la monarquía es el mejor reflejo
Escriben en el libro Ángela Aguilera, diputada autonómica de Adelante Andalucía, Julia Cámara, miembro de la redacción de Viento Sur, Sabino Cuadra, diputado del Congreso por Amaiur (2011-2015), Jordi Cuixart, presidente de Òmnium Cultural, Pablo Elorduy, periodista de El Salto, Sònia Farré, diputada del Congreso por En Comú-Podem (2016-2019), David Fernández, diputado de la CUP en el Parlament de Catalunya (2012-2015), Paqui Maqueda, activista por la Memoria Histórica, Ana Miranda, portavoz del Bloque Nacionalista Gallego en Europa, Xaquín Pastoriza, miembro de Anticapitalistas, Cristina Ridruejo, miembro de Mujeres x la República, Teresa Rodríguez, diputada autonómica de Adelante Andalucía, Manuel Ruiz, miembro de Izquierda Andalucista, Joan Tardá, diputado de Esquerra Republicana de Catalunya (2004-2019) y Joaquín Urías, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla.
-¿Por qué este libro en el contexto actual?
-El objetivo es tratar de centrar la atención en que, a pesar de la coyuntura en la que estamos, especialmente crítica y sin el impulso que generó el 15M o, por otro lado, el soberanismo catalán, el régimen sigue en crisis. El régimen sigue en crisis y la monarquía es su símbolo fundamental de cohesión del conjunto de instituciones del mismo. El hecho de que haya entrado la monarquía en una crisis de legitimidad obliga a plantear un proyecto alternativo y una campaña alargada en el tiempo en torno a la denuncia de lo que significa esta crisis. Podemos decir que no hay condiciones para aplicar de inmediato la propuesta que planteamos, pero hay una percepción creciente de que no se puede seguir así. Este régimen está en peligro.
-Hablan de “repúblicas” en plural, en referencia a las distintas naciones en el Estado. De alguna manera, ¿plantean una desintegración del Estado español?
-No necesariamente. Hablando de lo que pensamos Miguel Urbán y yo, no tanto todos los que firman el libro, planteamos la hipótesis de que si hubiera un referéndum que planteara la forma de Estado y si este rechazara la monarquía, permitiría abrir un proceso constituyente. A la hora de plantearse qué proceso constituyente, la condición previa sería valorar qué tipo de república y qué tipo de modelo territorial. Por lo tanto, por eso en la parte final hablamos de qué sujetos constituyentes, no necesariamente tendría que pasar por la desintegración, sino por procesos que permitan debatir no solo sobre la forma republicana, sino la fórmula de federación o confederación. Desde nuestro punto de vista, la mayoría de las comunidades no plantearían la separación, sino una fórmula federal, no pensamos que este proceso llevaría, necesariamente, a una desintegración del Estado actual.
-Estas alianzas con fuerzas soberanistas de distintos territorios del Estado que se ve en el libro, ¿qué similitud tiene con eso que el vicepresidente Pablo Iglesias viene señalando como una nueva “dirección de Estado” en la que incluye a ERC, PNV o EH Bildu?
-Cuando Iglesias habla de “dirección de Estado” se está refiriendo en el marco del régimen actual, por lo menos no lo explicita de otra manera. Lo que está planteando es que las fuerzas soberanistas se alíen con Unidas Podemos para lo que sería una hipotética reforma del régimen, como una propuesta de alianza de fuerzas políticas en el marco parlamentario actual para contrarrestar al bloque reaccionario, al trío de Colón, y para presionar al PSOE a que se incline por apoyarse en la izquierda, como ha ocurrido con los presupuestos. Los presupuestos han sido un ensayo, seguramente, para Iglesias de esta propuesta.
Yo veo difícil trasladar al plano estratégico ese proyecto, porque las contradicciones del régimen están allí y para las fuerzas soberanistas no es lo mismo apoyar una investidura o unos presupuestos que un compromiso a medio plazo. Ellos tienen sus propias dinámicas competitivas internas con sus respectivas fuerzas soberanistas de derechas.
-¿Qué valoración hace del Gobierno de coalición ahora que acaba este 2020?
-Nosotros fuimos críticos desde el principio, pues iba a suponer una subalternización de Unidas Podemos a la mayoría del Gobierno del PSOE. Obviamente, la irrupción de la pandemia ha hecho que el panorama sea más complicado. Es verdad que en el contexto de la Unión Europea todavía no hay una respuesta austeritaria igual que la del 2010, pero puede haberla. Precisamente, tras de la crisis del 2008, las políticas austeritarias llegaron año y medio después, ahora vamos a ver qué pasa, ya están habiendo presiones en tema de la deuda, pensiones…
En este sentido, decir como dijo nuestro amigo Nacho Álvarez que poco más que este Gobierno ha acabado con el neoliberalismo me parece una ilusión. Se puede decir que momentáneamente ha parado algunas políticas austeritarias, pero no ha cambiado el signo de las políticas neoliberales. Podemos decir que el papel de Unidas Podemos ha sido compensar las concesiones que ha hecho a Pedro Sánchez con algunas propuestas como el Ingreso Mínimo Vital, los desahucios… Pero, con respecto a lo que es el núcleo fundamental de la política, la economía política, se ha conseguido poco. Se sigue postergando la reforma laboral, además solo se derogaría la del PP, y se está postergando también una reforma fiscal progresiva radical para prepararse de cara a las exigencias que vendrán de la Comisión Europea por la deuda. Tampoco en la cuestión catalana se ha conseguido algo sustancial.
Estamos viendo que, con la bajada en las encuestas que le anuncian, Unidas Podemos trata de hacer visibles sus propuestas respecto al PSOE, pero lo veo más como un esfuerzo de hacerse notar. Sigue tragando grandes sapos, como la cuestión del Sáhara o la política migratoria en Canarias. Es decir, creo que ha sido un error formar parte de este Gobierno, además, algunas de las cuestiones que está intentando Unidas Podemos, como la de la monarquía, se pueden plantear desde el Parlamento sin tener que estar en el Gobierno.
Lo más grave, para nosotros, es que ha generado una actitud pasiva, resignada y de espera en muchos sectores de los movimientos sociales, en definitiva, una actitud desmovilizadora. Ahí, el gran peligro es que el malestar social y el cabreo de la gente pueda ser catalizado por fuerzas como Vox, esa es nuestra gran preocupación. Por eso, nuestra tarea no es tanto dedicarnos a criticar sistemáticamente al Gobierno, sino contribuir a una reactivación de la movilización social, a plantear en el centro del debate temas como la reforma fiscal y otras. Hemos de trabajar para cambiar la relación de fuerzas desde fuera. He leído últimamente que Juan Carlos Monedero dice que han conseguido parlamentarizar el conflicto social, pues eso es lo malo. La relación de fuerzas en el Parlamento es la que es, la única forma de cambiarla es desde fuera.
-En este sentido, hace una semana Iglesias llamaba a los sindicatos a presionar al propio Gobierno.
-Ese es el problema, que está tratando de cabalgar sus propias contradicciones, pero Iglesias es corresponsable de la desmovilización social. Yolanda Díaz podrá tener una buena imagen política, pero esa apuesta por el permanente diálogo con la patronal y de esperar a ver qué dice sin presión extraparlamentaria tiene las limitaciones que tiene. Nosotros fuimos críticos con Marcelino Camacho, pero la etapa de Camacho con Agustín Moreno se basaban en movilizar para poder negociar mejor. Ahora parece lo contrario. Es un debate estratégico que creemos que va a agudizar las contradicciones dentro del Gobierno, se pueden compensar con cierta visibilización pública de las diferencias, pero el desgaste va a estar ahí.
-¿Cree, como se defiende desde algunas voces, que se ha gestado en estos meses una suerte de golpe contra el Gobierno de coalición?
-Conspiraciones las ha habido, eso está claro. Que las conspiraciones pudieran dar lugar a pensar en la viabilidad de un golpe de estado para instaurar un Gobierno de concentración, además encabezado por Margarita Robles… Es posible que algunos sectores de los conspiradores lo vieran factible, pero yo creo que lo que ha habido es una utilización de algún sector económico y mediático de ese malestar en determinados aparatos del Estado, como poder judicial o el ejército, para marcar la agenda y poner un límite a las concesiones. Ha sido una forma de poner ante Pedro Sánchez la amenaza de lo que quería Fraga en 1976. Fraga plantea poner el freno al término nacionalidades en la Constitución, en determinados derechos o libertades, en la no legalización del PCE. El proyecto de la derecha sigue siendo hoy ese, una contrarreforma, no un golpe militar, y para su éxito necesitan el apoyo de Felipe VI. Siguen teniendo una concepción patrimonial del régimen.
Es evidente que la entrada de Unidas Podemos al Gobierno, por mucho que se modere, es vista como algo ajeno al pacto que se forjó entre el 1977 y 1978, con la Ley de Amnistía, los Pactos de la Moncloa y la Constitución, los pilares de la Transición. Lo perciben así, por eso usan la estrategia de la tensión permanente para forzar al PSOE a que cambie de rumbo. Veremos qué hace el PSOE una vez aprobados los presupuestos, pues sabemos Sánchez no tiene grandes convicciones ideológicas más allá de su permanencia en el Gobierno.
-En este libro, escribe sobre el pasaje del 23-F. ¿Qué cree que podríamos llegar a conocer sobre aquel golpe de estado si se desclasificaran los documentos oficiales?
-Podríamos esperar una confirmación evidente de que Juan Carlos I sabía que se estaba preparando el golpe; que lo sabía y no hizo nada para frenarlo antes de que se produjera. Lo sabía fundamentalmente a través del general Armada. En segundo lugar, cuando Tejero entra en el Congreso, hay momentos claros de vacilación y dudas de qué hacer por parte de Juan Carlos I. En ese contexto, el que más tuvo que hablar fue Sabino Fernández Campo, es quien sabe toda la verdad. También podríamos conocer las conversaciones entre Armada y Juan Carlos I en el llamado Pacto del Capó, esas conversaciones no se hicieron públicas. Evidentemente, habría que saber qué pactos posteriores hubo con partidos de ámbito estatal, pues no fueron invitados partidos de ámbito autonómico.
Parece evidente que hubo un acuerdo de que no hubiera depuración y se limitara al máximo la gente acusada por haber promovido esa combinación de golpes. No hubo depuración posteriormente, no hubo casi penas para la trama civil y hubo indultos. Pienso que el rey fue clave para impedir una depuración posterior de la cúpula militar cómplice, que tuvo una actitud pasiva. No olvidemos que sabríamos todos los entresijos de lo que hubiera significado el proyecto de gobierno civil-militar que promovía Armada, en el que había dirigentes del PCE y del PSOE involucrados. Hay muchas cosas por aclarar. Sigue siendo un tabú, por eso se mantiene la Ley de Secretos Oficiales.
-También hay un gran secretismo en cuanto al abandono del Sáhara por parte del Estado español. En el libro, Urbán lo sitúa como el origen de la monarquía de Juan Carlos I.
-Urbán lo explica muy bien en el libro. Hay un papel claro de Juan Carlos con Estados Unidos, en los documentos de desclasificación estadounidenses queda claro cómo trataba de agradar a Estados Unidos y Marruecos para regalar el Sáhara al régimen monárquico alauita. Es el punto de partida de la acción internacional del juancarlismo.
-¿Hasta qué punto cree que hay una correlación de fuerzas favorable para plantear un debate constituyente como el que plantean en el libro?
-Ahora es evidente, si hablamos en términos de coyuntura, que no hay una relación de fuerzas para forzar un referéndum constituyente. También es cierto que este régimen está en una dinámica zombi, como a Urbán le gusta decir, de contradicciones internas, de tensiones y deterioro creciente de la legitimidad de muchas instituciones. Incluso el ejército, que en las encuestas tenía una gran imagen, con lo que estamos viendo, esperemos que su imagen también sea percibida de forma distinta en el futuro.
En este sentido, comparto lo que viene escribiendo Javier Pérez-Royo desde hace tiempo. Si no hay intención, por parte de las fuerzas del régimen, de abrir un proceso de reforma constitucional, habrá un creciente deterioro de las instituciones. Eso mismo, más pronto o más tarde, planteará la necesidad de un proceso constituyente. Esa es la hipótesis que pensamos. Obviamente, es necesaria una reactivación de movimientos populares, por ello hay que buscar una confluencia de malestares y movimientos. La encuesta que lanzasteis los medios independientes decía que en algunas regiones como Catalunya o País Vasco había una mayoría clara de republicanos, en la gente menor de 45 años también y, luego, que la mayoría de la gente de izquierdas tenía una posición muy clara a favor de la república, también en el propio PSOE. Esas tres imágenes que argumentaba la encuesta permite entender que los debates sobre la forma de estado y el proceso constituyente están abiertos.
Ahí nuestra gran tarea es buscar convergencias y promoverlas, también en Podemos han hablado de un nuevo Pacto de San Sebastián. Sin embargo, todo eso sería una fase posterior, ahora mismo no es creíble. Creo en una reactivación del sentimiento republicano, articulado con lo social, de carácter federalista o confederalista y ecosocial. En función de esto, se puede pensar en términos de perspectiva política, de ir creando las condiciones para un momento republicano que nos permita hablar de procesos constituyentes.
En el mientras tanto, hay que tener en cuenta que hay enormes desigualdades entre unos contextos territoriales y otros. Es evidente que el procés está desmovilizado, hay una conciencia creciente en la sociedad catalana de que la independencia está lejos pero, por otra parte, nunca ha habido tantos independentistas como hay ahora. Ahí hay una demostración de debilidad del régimen muy clara. Por otro lado, en el País Vasco aunque está más atenuado, también se demuestra esta debilidad. Lo que me parece más probable es que en el futuro, si no hay opciones reformistas, vamos a ir a un clima de mayor polarización entre un bloque reaccionario y los bloques nacionales vasco y catalán, fundamentalmente. Ahí hay que ver cómo se van superando esos desfases.
Esto va a estar en la agenda política, tenemos experiencias históricas como en 1868 con Isabel II. Entonces no había un gran movimiento popular, fue el propio desgaste de la monarquía lo que acercó una alternativa republicana. No olvidemos que eso es algo había conseguido atenuar el juancarlismo, el rechazo histórico a los Borbones. Esto se había olvidado, claro con la guerra civil y las décadas de dictadura en medio. Ahora se reactiva, y parece evidente que este régimen actual no va a dar estabilidad política alguna.
Por: Sato Díaz
Fuente: https://www.cuartopoder.es
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