Un mundo ciego, sordo y mudo
(last modified Sat, 15 Jun 2019 11:09:57 GMT )
Jun 15, 2019 11:09 UTC
  • Un mundo ciego, sordo y mudo

Todos habremos visto alguna vez la típica imagen en la que aparecen tres chimpancés, en la que con sus manos, uno se tapa los ojos, otro los oídos y otro la boca.

Desconozco el porqué de la utilización de chimpancés para esta alegoría, pues su propia condición de seres irracionales les exime de cualquier responsabilidad sobre lo que se quiere transmitir con ella. ¿Tan cobarde es el ser humano que tiene que esconderse tras unos chimpancés para en el fondo hablar de sí mismos?.

Desde hace décadas asistimos a los embargos y sanciones económicas que los EE.UU. imponen unilateralmente a los países que no se doblegan a sus deseos imperiales de dominio sobre ellos, despreciando por completo los valores de libertad y democracia que por otra parte en su propaganda tanto airean, siendo el más famoso o histórico tal vez el embargo a Cuba impuesto desde octubre de 1960 y que continúa en nuestros días. Embargos ante los que ni los organismos internacionales que supuestamente existen para velar por una buena y justa relación entre los países, como las NN.UU. por ejemplo, ni el resto países, ni las personas no afectadas directamente presten la menor atención, ni se interesen por los mismos.

Permanecen, ciegos, sordos y mudos, como los famosos chimpancés, propiciando así la impunidad del chantaje estadounidense, a pesar de que el mismo no se circunscribe a una relación, aunque mafiosa, entre los EE.UU. y el país que se pretende chantajear, sino que los efectos de estos embargos afectan igualmente al resto de países a los cuales, y a cuyas empresas, los EE.UU. del mismo modo amenazan en caso de no secundar sus unilaterales dictámenes.

En los últimos años otro de estos embargos se ha hecho igualmente famoso, el embargo de los EE.UU. contra la República Islámica de Irán. Famoso en la actualidad, pero cuyo origen data del mismo año 1979 en que se produjo la Revolución que destituyo títere norteamericano que reinaba sobre el país persa.

Estas sanciones, además de al propio Irán, han afectado gravemente a la propia Unión Europea y a sus empresas, pero jamás ni este organismo ni los países que lo integran, han tenido ni el coraje ni la voluntad política de enfrentarse a los designios de los EE.UU. aún cuando los principales afectados, al margen de Irán, por la negación de las relaciones económicas y comerciales con la República Islámica sean los propios países europeos.

Las instituciones internacionales y los distintos países prefieren permanecer ciegos, sordos y mudos, como los chimpancés, ante el amo imperial.

Podría pensarse que a fin de cuentas esto son asuntos de alta política que generalmente no llegan a la población de a pie de los distintos países. Además estos embargos suelen afectar a países geográficamente lejanos, con lo cual esa sensación de que son asuntos que no nos afectan se acrecienta, sin que las personas se percaten de que ni en la economía, ni en la política actual existen distancias.

Podríamos pensar que este es un comportamiento comprensible en una población mundial más preocupada por lo que les afecta en primera instancia cada día, que muchas veces no es poco, o simplemente despreocupada por todo lo que no tenga que ver con su hedonismo.

Sin embargo en las últimas semanas estamos asistiendo a otra de estas decisiones estadounidenses que sí ha afectado a la cotidianeidad de la mayoría de estas personas en el mundo, especialmente a aquellos sectores involucrados de una manera u otra con las tecnologías, la comunicación, las redes sociales y todo ese mundo tan vacío de fondo pero que tanto y a tantos mueve.

Ya no es un país lejano, con unos gobiernos que siempre nos han dicho que son maléficos, las víctimas de los EE.UU. En estas semanas hemos visto como la simple firma de un presidente de los EE.UU. es capaz de destruir de un plumazo a toda una potentísima empresa internacional como es (era) Huawei, a pesar de que la misma tuviera el respaldo ni más ni menos de un país con un potencial económico como el de la República Popular China.

Huawei, marca que en pocos años llegó a convertirse en el segundo fabricante de teléfonos móviles a nivel mundial solo por detrás de la coreana Samsung y por supuesto superando a la norteamericana Apple, es una marca que sólo el pasado año consiguió vender 39’3 millones de móviles en el mundo, y que tras la “condena” estadounidense ha visto desplomarse sus ventas hasta en un 70% en algunos lugares.

Huawei no es un país lejano del que la mayoría de la gente no conoce gran cosa y lo poco que conocen está mediatizado además por la manipulación de los grandes consorcios de la información (que por otra parte siempre responden también a los intereses estadounidenses). Huawei es una “cosa” que está en el entorno de todos nosotros, que puede ser la marca de nuestro teléfono, o la marca del teléfono del compañero de trabajo que tenemos sentado al lado; cuyo logotipo vemos a diario en establecimientos comerciales, en vallas publicitarias, en catálogos o en nuestras pantallas de ordenador.

Huawei es algo que está cerca de nosotros, ¿pero cuál ha sido la reacción de la población más allá de la sorpresa y conmoción que se produjo el día en el que se conocieron las consecuencias del decreto firmado por Trump contra esta empresa? La de los famosos chimpancés, permanecer sordos, ciegos y mudos ante esta nueva tropelía estadunidense, sin plantearse más que en ver qué marca comprarán ahora para su próximo teléfono (para mayor beneficio de Samsung por cierto).

No hay espíritu crítico ni rebeldía, ni en instituciones internacionales, ni en países, ni en la población en general. Todo es miedo y egoísmo.

¿Qué sociedad es esta que nos han creado y en la que no somos más que peones desechables, a pesar de que nos hayan engañado, y nosotros hayamos querido creer, haciéndonos pensar que cada uno de nosotros somos el centro del mundo?.

Ciertamente el ser humano está en un extravío evidente, no es de extrañar que sea cobarde y se esconda tras una alegoría de chimpancés. Pareciera que el ser humano ha renunciado al don divino del raciocinio y el intelecto, habiendo preferido a cambio la vida que cree cómoda de quién elige permanecer sordo, ciego y mudo ante lo que sucede a su alrededor.

Un famoso texto de Martin Niemöller, generalmente y de forma errónea atribuido a Bertolt Brecht, dice así:

“Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a buscar a los judíos, no pronuncié palabra, porque yo no era judío. Cuando finalmente vinieron a buscarme a mí, no había nadie más que pudiera protestar”.

Tal vez cuando el ser humano, cuando cada uno de nosotros, nos queramos dar cuenta de las realidades ya sea demasiado tarde para dejar de ser un mundo de ciegos, sordos y mudos, a no ser que seamos capaces de reaccionar a tiempo para recuperar nuestra capacidad de razonar y dejemos de estar escondidos tras unos chimpancés.

Por: Mikail Alvarez Ruiz

Las opiniones y conclusiones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de ParsToday en español.

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