Otra década perdida en América Latina
El cierre de la segunda década de este siglo encuentra a Latinoamérica con una economía estancada, insatisfacción social por la creciente desigualdad, desencanto hacia los políticos tradicionales y una injerencia cada vez más abierta de EEUU en los procesos domésticos de los países.
El brusco movimiento en péndulo de esos años muestra que América Latina es un continente que está buscando su destino. Es un escenario donde se puede observar como un laboratorio político de marchas y contramarchas, de revoluciones y contrarrevoluciones.
No aparece una línea homogénea. Es un espacio político y económico en disputa. Se avanza en el sendero del progresismo en un territorio, como en Argentina, con el triunfo de la coalición popular liderada por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, desplazando al líder de la derecha Mauricio Macri. A la vez, se retrocede en otro, como en Bolivia, que padeció el golpe de Estado contra Evo Morales, sedición liderada por grupos de ultraderecha apoyados por EEUU.
El cuadro regional es complicado. La década y media de expansión ha generado mecanismos defensivos que han sido alimentados por una memoria histórica reciente del bienestar reciente. Por ese motivo, las fuerzas reaccionarias no logran consolidarse, lo que exacerba el odio, la venganza y la revancha motorizados por esos gobiernos conservadores.
En este empate hegemónico, como lo definió el sociólogo argentino Juan Carlos Portantiero en la década de los 70, tampoco logran instalarse las tendencias de la transformación social.
En ese escenario complicado, América Latina explora en forma muy conflictiva los caminos de su bienestar, sin una ruta preestablecida consensuada.
Injerencia
Estos años turbulentos en términos económicos y políticos coinciden con el regreso de EEUU como actor relevante en la dinámica interna de los países de la región.
No era que había desaparecido su influencia en América Latina, sino que se había distraído.
El nuevo siglo comenzó con una modificación radical del panorama regional porque se había producido el derrumbe de la experiencia neoliberal en la mayoría de los países latinoamericanos.
A la vez, Washington había desviado un poco el foco sobre América Latina porque estaba impactado por el 11-S y estaba ocupado en las guerras en Irak y Afganistán.
Es un período en que coincidió con el desprendimiento de los lazos que unía al FMI con varios países de la región.
El acontecimiento más importante fue la cancelación anticipada de los créditos con el FMI, casi en simultáneo, de Brasil, Argentina y Uruguay, por unos 26.000, 10.000 y 1.000 millones de dólares, respectivamente.
Con el cierre del ciclo de expansión e inicio de uno de estancamiento, el FMI, o sea EEUU, potencia mundial que tiene dominio sobre esa institución financiera internacional y, más aún, cuando está relacionada con América Latina, regresó con sus políticas recesivas.
El Gobierno argentino de Mauricio Macri lideró ese retorno al FMI, seguido por la Administración de Lenín Moreno en Ecuador.
Con la experiencia del fin de la Guerra Fría, período donde se produjo la instalación y el posterior fracaso de gobiernos neoliberales, EEUU decide apoyar en esta segunda década del siglo XXI a una nueva generación de líderes de derecha.
Lo hace para que implementen políticas neoliberales, de libre comercio y predominio de las finanzas.
Doctrina Monroe
EEUU reafirmó en estos años la conocida Doctrina Monroe. Esta nació con el mensaje al Congreso, en 1823, del entonces presidente James Monroe, en referencia a los asuntos interamericanos.
Ya no es Europa el enemigo que EEUU identifica como peligroso, sino China y también Rusia, que son consideradas potencias que "amenazan" su seguridad.
Por esa razón ha revitalizado la Doctrina Monroe y, con esa bandera geopolítica, ha lanzado una serie de operativos de intervención en la realidad política regional.
Empezó con las destituciones de los presidentes constitucionales de Honduras, Manuel Zelaya, en 2009, y de Paraguay, Fernando Lugo, en 2012.
El caso de Bolivia, con el golpe de Estado contra el Gobierno de Evo Morales, es el más reciente y más evidente.
Resulta obvio que esa doctrina solo puede ser enunciada y puesta en práctica por una potencia que tiene una muy importante capacidad de intervenir en la soberanía de otros países.
Eso lo puede hacer solo EEUU; ningún otro país en la región. Como se ha señalado en varias oportunidades, el territorio al sur del Río Bravo hasta Ushuaia, la ciudad más austral del continente americano, Washington lo considera su patio trasero.
Cualquier movimiento que ponga en cuestionamiento su ordenamiento geopolítico lo evaluará como un riesgo.
Líderes y fuerzas políticas incluidos en la definición de populistas o promotores de gobiernos de populismo radical son indicados como un peligro para los intereses estadounidenses.
Son considerados, de ese modo, no solamente porque impulsan medidas progresistas y de desarrollo con inclusión, sino, especialmente, porque abrieron las puertas comerciales y de cooperación de la región a China y a Rusia.
La reversión del ciclo de expansión a uno de estancamiento, para culminar con otra década perdida, no solo tiene su origen en un contexto económico internacional menos favorable y en gobiernos conservadores que aplicaron políticas regresivas, sino que debe incorporarse en esa evaluación la injerencia perturbadora a la estabilidad regional por parte de los EEUU.
Por Alfredo Zaiat Analista
Las opiniones y conclusiones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad
del autor y no necesariamente reflejan la posición de ParsToday en español.
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