Andalucía cierra la campaña como un ensayo de las elecciones generales
La confrontación de propuestas entre los rivales para presidir la Junta quedó eclipsado hasta el punto deque la propia Díaz acabó vinculando el resultado con el destino del PSOE en toda España
La campaña andaluza se termina este viernes tras dos semanas en que la comunidad autónoma se convirtió en una especie de ensayo de las elecciones generales. Susana Díaz fijó el 2 de diciembre para acudir a las urnas con la intención de evitar el ruido político de Madrid. Pero Cataluña, la corrupción, los Presupuestos Generales del Estado y el posible adelanto electoral han silenciado “el acento andaluz” que la presidenta dijo querer dar al debate. La confrontación de propuestas entre los rivales para presidir la Junta quedó eclipsado hasta el punto de que la propia Díaz acabó vinculando el resultado con el destino del PSOE en toda España.
Que estas elecciones eran el laboratorio donde ensayar las estrategias en el ámbito nacional lo demostraron rápidamente los dirigentes nacionales del PP, Pablo Casado, y de Ciudadanos, Albert Rivera. El primero ha hablado claramente de las andaluzas como “la primera vuelta de las elecciones generales” y como tal ha preparado su desembarco en esta comunidad. Organizó su propia caravana electoral, paralela a la de su candidato a la Junta, Juan Manuel Moreno, en la que ha recorrido la región invocando incesantemente a Cataluña y la moción de censura para denunciar “la indignidad de un Gobierno rehén de los independentistas”.
Cuando Casado se ha dirigido a Díaz lo ha hecho para acusarla de connivencia con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por no rebelarse contra él. La corrupción también ha estado presente en su discurso, en mayor medida que en el de Moreno, para acusar PSOE de dirigir un “régimen clientelar” y a la aspirante socialista de ser “cómplice del Ejecutivo andaluz con más casos de corrupción”, en alusión al de José Antonio Griñán, así como para calificar el caso de los ERE como el mayor escándalo de toda Europa.
Ciudadanos también ha planteado estas elecciones como un trampolín para sus aspiraciones nacionales. Desde el principio, su candidato, Juan Marín, sostuvo que quería repetir en la comunidad “el milagro” de la victoria de su formación en Cataluña. Conseguir superar al PP, algo que en la dirección del partido perciben como muy probable, supondría hacerse con la hegemonía del centroderecha en las dos comunidades desde las que se domina el mapa electoral español. Por eso Rivera ha pedido el voto de forma directa a los andaluces como si de un anticipo de las generales se tratara, apelando a la amenaza del nacionalismo y de Sánchez. “Que no se extienda la plaga del sanchismo en Andalucía, sería letal”, sostuvo el domingo pasado en Málaga.
Del mismo modo que Casado, cuando Rivera o la portavoz nacional de su partido, Inés Arrimadas, han apelado a Díaz, lo han hecho para recriminarle la complicidad que, sostienen, tiene la presidenta con Sánchez por no criticar abiertamente sus acuerdos con los independentistas y no defender a los andaluces de los insultos que reciben por parte de estos. En su lucha por el sorpasso y por diferenciarse del PP, han dicho de ese partido que está en un proceso de decadencia a cuenta de la corrupción y su incapacidad para derrotar a los socialistas durante 36 años de autonomía.
En esta argumentación, el punto débil de Ciudadanos es el apoyo que han brindado en esta última legislatura al PSOE, un respaldo que ha sido criticado desde la bancada popular y también por Adelante Andalucía. Para romper con ese lastre, el partido de Rivera dejó muy claro que no volverá a votar a favor de Díaz, aunque eso aboque a una repetición de los comicios, y fue el primero en jugar la baza de la alianza con el PP para desbancar al PSOE del poder en caso de que ambas formaciones sumen mayoría.