Sep 30, 2017 07:59 UTC

Como recordarán en la edición anterior les hablamos sobre la actividad de las mujeres iraníes las cuales codo a codo con los hombres lucharon contra el régimen dictatorial de Pahlavi.

Ellas soportaron las cárceles, las torturas y muchas dificultades con el fin de liberar su patria bajo el despotismo y el colonialismo y, de esta forma, allanaron el terreno para la gran revolución islámica. En el programa de hoy les presentaremos otra de las mujeres luchadoras iraníes. Esperamos que este programa sea de su agrado e interés. 

Entre las mujeres luchadoras iraníes se encuentra la Sra. Marzieh Hadidchi conocida como Dabaq. Esta mujer iraní nació en el año 1939 en la ciudad de Hamadán, oeste de Irán y, creció en una familia cultural y religiosa. A la vez que estudiaba, aprovechaba mucho los conocimientos de su padre en el aprendizaje del sagrado Corán y Nahch al-Balaqa. Contrajo matrimonio en el año 1954, dando un giro a su vida. En los primeros días de su matrimonio se fue junto con su esposo a Teherán donde continuó sus estudios religiosos y, a la vez, llevaba a cabo sus actividades políticas, las cuales comenzaron entre los años 1961-1962 sólo con la distribución de los folletos contra el régimen de Pahlavi; Pero, sus actividades políticas se desarrollaron mucho más cuando ella integró una formación bajo el liderazgo del martirizado ayatolá Saeidi, luchador y clérigo de Teherán. Por tanto, fue detenida por la SAVAK (La Organización de Inteligencia y Seguridad Nacional del régimen de Pahlavi). Los agentes de la organización de seguridad de Shah (rey) la torturaron muy duro tanto a ella como a su hija en las cárceles, de modo que, se enfermó y fue excarcelada cuando ya se creía que no había ninguna esperanza de que siguiera viva. 

  

Después de que la Sra. Dabaq fuera liberada de la cárcel, emigró al extranjero con el fin de continuar sus luchas y, hasta la victoria de la Revolución Islámica estuvo fuera del país. En la base militar en las fronteras de El Líbano y Siria cursó las enseñanzas de las artes marciales y de las guerrillas. Ella participaba activamente en los movimientos, manifestaciones y las huelgas de los luchadores celebradas fuera del país. Después de que el Imam Jomeini (que Dios lo tenga en su gloria) emigrara a Paris en 1978, ella también se integró a los compañeros del Imam y, se encargó de los asuntos de la casa del Imam. Además, en Neauphle-le-Château, el lugar de alojamiento del Imam, la Sra. Hadidchi tomó la responsabilidad de proteger al Imam. Después de la victoria de la Revolución Islámica, la Sra. Dabaq regresó a Irán y, asumió varias responsabilidades, como la de comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica en la ciudad de Hamadán y también en la Fuerza de la Resistencia Basij, entre otras responsabilidades que tuvo ella. También, durante tres épocas legislativas fue diputada del pueblo de Teherán y de Hamadán en la Asamblea Consultiva Islámica de Irán. Así mismo  también, impartió clases de algunas asignaturas religiosas tanto en la Universidad de Tecnología de Irán como en la Escuela Superior Mottahari en Teherán. La Sra. Dabaq fue una de las tres personas enviadas en los primeros días del año 1989 por el Imam Jomeini (que Dios lo tenga en su gloria) para que entregaran el importante mensaje de éste al último líder de la ex Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov. En este mensaje, el Imam Jomeini había previsto la desintegración del comunismo y, pidió a los líderes de la ex Unión Soviética que se convirtieran al Islam. La Sra. Dabaq emprendió numerosas actividades políticas y, el último cargo que ocupó fue la vicepresidenta de la Asociación de Mujeres de la República Islámica.

 

La Sra. Marzieh Hadidchi Dabaq, le debía todo lo que tenía a su esposo que le dejó abierto el camino para que ella entrara en los diferentes escenarios sociales y políticos, y que le dio a ella toda la libertad, por eso, la conocemos con el apellido de su esposo, es decir, Dabaq. Al respecto, ella misma ha dicho lo siguiente: “Hay una narración la cual dice que el que no agradezca al criado de Dios, en realidad, no ha agradecido a Dios. El apellido de mi esposo es Dabaq y, el mío es Hadidchi (Herrero, en español), porque mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo fueron herreros. Dado que mi esposo fue un hombre libre, siempre se preocupaba por mis deseos como su esposa y, además, me permitió meterme en los asuntos políticos y en las luchas, pensé en que le debo mucho y, si estaba previsto que quedara un nombre en la historia, debería ser el apellido de mi esposo y no el mío. Por esta misma razón, me presentaba con el apellido de mi esposo, Dabaq”. 

 

La Sra. Hadidchi cree que una mujer puede ser una buena madre para sus hijos y una buena esposa para su esposo y, a la vez un buen servidor para la sociedad. Desde luego, ella hace hincapié en que hay que conocer el lugar y el tiempo adecuado y aprovecharlos perfectamente. En cuanto a las actividades y las luchas políticas de las mujeres, dice: “El Islam no restringe la presencia de los hombres o las mujeres para estar al servicio del pueblo; tampoco ha limitado la presencia de la mujer en diferentes escenarios del progreso y la evolución. También el Imam Jomeini (Que en paz descanse) ha determinado un marco para el papel de la mujer en la República Islámica, el cual ha surgido de la concepción y la tradición del gran profeta del Islam (Que en paz descanse) y de los infalibles (S)”.   

    

En respuesta a nuestra pregunta en que si su esposo no se oponía a que ella interviniera en los asuntos políticos y en las actividades sociales, la Sra. Dabaq nos contestó de la siguiente manera: “En absoluto; mi esposo decía que para Dios sublime, las mujeres completan a los hombres y viceversa, pues, consideraba que mi crecimiento hace que él creciera”. En cuanto a sus amplias luchas, sus actividades políticas y también en cuanto a estar acompañada con el Imam Jomeini (Que Dios lo tenga en su gloria), la Sra. Dabaq dice: “Desde el año 1967 cuando tenías 29 o 30 años de edad, me involucré seriamente en las luchas sociales. El gran mártir el ayatolá Saeidi me hizo varias pruebas para que viera mi coraje y que cuánto puedo resistir ante las dificultades; pues, me encargó tareas que quizás serían muy arriesgadas para muchos hombres. La verdad, ahora que yo misma lo pienso, veo que (yo) fui muy atrevida en su momento. Es que no me permitía sentir miedo y terror puesto que, por un lado, sentía un gran amor hacia el Imam y, por el otro, odiaba con toda mi alma a la familia de Pahlavi. Por lo cual me atrevía a hacer todo para recoger datos y para enfrentarse con la tiranía de Pahlavi; quizá ningún hombre hubiera sido capaz de hacer todo lo que hice yo”. 

 

Esta mujer luchadora iraní nunca mostró disgusto de estar lejos de su familia y de sus hijos por las luchas; ella ni siquiera disfrutaba de una vida sencilla y tranquila al igual que otras mujeres, ya que tenía un gran objetivo, es decir, luchar contra la opresión y la tiranía de Pahlavi. Ella misma dice: “Tal vez, una o dos veces mientras fui fugitiva, les extrañé a mis hijos, pero nunca me faltó nada, tampoco pensaba en que ahora mismo otras mujeres tienen una vida normal y viven junto con sus hijos, en absoluto. Mi familia también pensaba al igual que yo. A mis hijos les faltaba la bendición de tener la madre desde el año 1973 en el cual me encarcelaron y, después tuve que escapar, pero, gracias a sus fuertes creencias, mi ausencia no afectó sus vidas”.  

 

Le preguntamos a la Sra. Dabaq sobre por qué ella también conformaba la delegación enviada por el Imam para entregar la carta de éste último a Gorbachov y, ella dijo lo siguiente: “Mi interpretación es que el Imam pretendía demostrar que es imprescindible la participación de las mujeres en todos los escenarios políticos, sociales y, militares e incluso en los escenarios internacionales, sin embargo, depende de cuántas oportunidades tengan las mujeres y si han crecido lo suficiente. Sino no hubiera sido necesaria mi presencia en esa delegación. Estaba previsto que el ayatolá Yavadi Amoli leyera la carta del Imam para los presentes en la reunión y que el Sr. Lariyani la tradujera. Yo creo que, de esta manera, el fImam pretendía señalar en práctica a los responsables de nuestro país que también es necesario la presencia de las mujeres en los asuntos internacionales”.

 

Esta luchadora después de más de sesenta años aún tenía muchos deseos grandes en la cabeza; al respecto dijo: “Si hubiera podido no me hubiera quedado aquí, sino hubiera estado en la Intifada de Palestina”.

Finalmente, murió en el año 2016 tras una larga enfermedad.