El Hach de Ali Ibn Movaffaq
Pars Today- Abdulá Mubarak se había ido de viaje de Peregrinación a La Meca (Hach Mayor). Cuando completó los rituales y las prácticas del Hach, se relajó y durmió. En el sueño, vio a un ángel.
Abdulá le preguntó: ¿Cuántas personas han venido este año a La Meca para realizar el Hach? El ángel dijo: 300 mil personas. Abdulá hizo una segunda pregunta: ¿Dios ha aceptado la peregrinación de cuantos peregrinos? El ángel dijo: Ha aceptado la peregrinación de pocas personas. Abdulá se entristeció cuando escuchó estas palabras y reclamó: Toda esta gente ha venido desde todos los confines de la tierra con grandes sufrimientos y esfuerzos, atravesando enormes desiertos, y ¿el intento ha sido en vano? El ángel dijo: Un hombre vive en Damasco. Su nombre es Ali Ibn Movaffaq. Aunque no ha venido al Hach, Dios ha aceptado su peregrinación, Dios, misericordioso, ha aceptado la peregrinación de otros peregrinos por él.
Cuando se despertó, Abdulá recordó el nombre de Ali Ibn Movaffaq. Decidió viajar a Damasco y visitar a esta persona. Cuando llegó a Damasco, la buscó. Recorrió las calles de Damasco, pensando en Ali Ibn Movaffaq hasta que llegó a su casa. Ali ibn Movaffaq abrió la puerta. Abdulá le saludó y dijo: "Vengo de realizar el viaje de Hach. Después de realizar los rituales de esta peregrinación, me dormí y tuve un sueño. Después de relatar el sueño a Ali Ibn Movaffaq, dijo: ¿Qué has hecho que Alá tiene una opinión especial sobre ti y ha aceptado la peregrinación de los demás por ti?
Ali Ibn Movaffaq respondió: Yo soy zapatero. Esperaba realizar el Hach desde hace treinta años. Durante estos años, recolecté trescientos dírhames (moneda de aquel entonces de Damasco) y estaba listo para viajar a La Meca. Unos días antes de la peregrinación, mi esposa, que estaba embarazada, me dijo: "viene un buen olor de comida de la casa del vecino. Vete a su casa y tráeme un poco de su comida. Me fui a la casa de mi vecino y le pedí una porción de lo que había cocinado para mi esposa, claro, si era posible. De pronto, los ojos de mi vecino se llenaron de lágrimas. Me sorprendí y pensé ¡Oh Dios!, ¿mis palabras le molestaron? Le dije: ¿He dicho algo que no debía decir? El vecino respondió: Esta comida, sí es lícita para nosotros, pero es ilícita para ustedes —Esta vez me sorprendí aún más que antes— El vecino continuó: Mis hijos no habían comido nada durante varios días e incluso ya no eran capaz de hablar por hambre. Encontré hoy un animal muerto en una ruina. Inevitablemente corté un trozo de su carne y lo cociné. Debido a que somos indigentes, este alimento es lícito para nosotros, pero es ilícito para ustedes. Me dolió el corazón por la pobreza y el hambre de mi vecino y sus hijos. Regresé a casa y recogí los trecientos dírhames que recolecté para el viaje al Hach, se los di a mi vecino y le dije: gasta este dinero para tus hijos. Entonces no pude ir al Hach.
Cuando Abdulá escuchó la historia de Ali Ibn Movaffaq, entendió por qué Dios había aceptado el Hach de alguien quien ni siquiera había abandonado su ciudad, y debido a su pura intención, su peregrinación a La Meca había sido aceptada.