Sep 25, 2020 16:15 UTC

ParsToday - Los valores que se manifestaron y cristalizaron en la Defensa Sagrada (guerra impuesta por Irak, 1980-88) y que se transmitieron a las próximas generaciones, no se limitaban solo a los combatientes. Madres, esposas e hijas, pese a todas las dificultades e inquietudes, enviaron a sus hijos, a sus esposos y a sus hermanos, respectivamente, a los frentes de guerra.

Si bien tenían miedo de perder a sus seres queridos, también apoyaban y simpatizaban con los combatientes para respaldar la Revolución Islámica y proteger su tierra, La madre del mártir Mayid Ghanbari cuenta lo siguiente sobre el sacrificio de su hijo por la causa de Dios:
 
"Mayid tenía 18 años cuando decidió irse a los frentes de la guerra. Su padre le dijo: “Quédate para que yo pueda irme allá; una vez que vuelva yo, iras tú”. Pero no acepto y decidió que debía irse. El día de su partida, le dije: ¡Querido Mayid! ¡No quiero verte con brazos y piernas rotas! Cuídate, no vuelvas herido.
 
Sonrió y dijo: ¡No, mamá! ¡Tranquila! ¡Voy de tal manera que ni siquiera mi cadáver llegara a tus manos!
 
Le dije: ¿Qué demonio estás diciendo? ….No dijo nada y se quedó callado. El día de la partida hacia los frentes de la guerra, casi todas las madres estaban junto a sus hijos en el recinto de la guarnición.
 
Pero Mayid no se quedaba a mi lado. A mí me hubiera gustado que mi hijo, como los otros basiyíes (voluntarios), se quedara conmigo más tiempo, pero Mayid venia de rato en rato hacia mí, me tocaba las mejillas y me decía: ¡Qué te pasa, mamá?! ¿Por qué estás pálida? ¿Por qué estás preocupada?
 
Le dije: ¿Qué estás haciendo? te estas separando de mí, flor de mi vida; en estos últimos momentos, todos los basiyíes están junto a sus madres, ¿por qué sigues yendo y viniendo y no te sientas a mi lado?
 
Al principio, me esquivaba y no me contestaba. Y cuando insistí mucho en que se quedara a mi lado, me dijo: ¡Madre mía! Cuando me siento a tu lado y veo ese sentimiento maternal en tu cara, me da miedo de que el diablo me tiente y no me deje ir al frente de batalla. Temo que este amor maternal me impida marcharme, por eso solo voy a sentarme a tu lado un momento…… Cuando llegó la hora de marcharse, se me acercó, me besó y me dijo:
 
 
¡Mamá! Cuando me suba al autobús, me parare en el centro, y te mirare. Vamos a mirarnos uno al otro lo más que podamos.
 
 
Cuando el autobús arrancó, lo despedí con la mano hasta el último momento, y él también me respondió hasta que se alejó y no podía divisarlo, ese fue nuestro último encuentro. Unos días después, llegó la noticia de su martirio; tal como él mismo había dicho, su cadáver nunca regresó; y no ha regresado todavía.
 
 
De hecho, las familias iraníes dejaron un impacto impresionante y ejemplar en las distintas coyunturas de la Revolución Islámica y en la defensa de sus logros, especialmente durante la guerra impuesta por el régimen de Sadam Husein contra Irán.
 
 
Dicho de otra forma, se habla de todos los valores en diferentes aspectos de la guerra y los sacrificios de los combatientes y soldados, pero no se habla del importante papel de las madres y de sus esposos, seguro que no se le hace justicia al tema de la guerra.
 
 
Es cierto que la guerra es básicamente una actividad masculina y violenta y requiere de mucha valentía, pero lo importante es que, en el cultivo de esta moral y los temperamentos bélicos, las mujeres y esposas de los combatientes jugaron un papel clave.
 
 
Hay madres que enviaron hasta cuatro hijos a los campos de batalla y se armaron de paciencia ante su pérdida.
 
Y hubo novias de apenas unos días o semanas de casadas que pusieron voluntariamente y con sus propias manos, la ropa de combate a sus maridos.
 
 
Estas mujeres llevaron su resistencia, su fe, su conciencia y su compromiso a su punto culminante al resistir ante los enemigos y al apoyar a los combatientes, y dondequiera que se les dio una responsabilidad, la persiguieron con seriedad.
 
 
En cuanto a la tolerancia y la paciencia de las madres de los mártires, el Líder de la Revolución, el ayatolá Seyed Ali Jamenei ha dicho: "La importancia de la Defensa Sagrada radica en este mismo asunto: La madre, con esta identidad, con este honor, con este sentimiento indescriptible, soporta tanto la partida de su hijo hacia el campo de batalla, como su martirio, e incluso se enorgullece de ello. Durante los ocho años de la Defensa Sagrada y más allá, no hemos oído quejarse a las madres; al contrario, las encontramos más épicas que muchos de los padres. He tenido la suerte de estar bajo el mismo techo, sentarme sobre sus alfombras conversar con algunas madres de los mártires, y decirles honestamente; que nunca he visto —no recuerdo, ni un solo caso entre miles, que una madre se haya quejado por el martirio de su hijo; al contrario, ellas alardean, expresan orgullo; esto es muy importante. Esta madre con sus sentimientos maternales, dispuesta a hacer cualquier sacrificio por su hijo, por ejemplo, no permitir que él pase hambre en cualquier situación y cosas así, al mismo tiempo soporta el martirio de su hijo, soporta su partida, soporta su separación y no se queja; creo que estos son puntos muy importantes".
 
Por otra parte, con la entusiasta presencia de las familias de los combatientes en las mezquitas, se recolectaba ayuda popular para los mismos y la enviaban a los frentes de la guerra.
El día en que los muchachos del barrio salieron de la mezquita hacia los frentes de guerra, el olor a semillas de Esfand (hármala) quemadas y las oraciones de las madres de los combatientes que partían hacia el frente de batalla, se esparcía por el barrio, y el día en que los cadáveres de los mártires regresaban al barrio, todo el mundo lloraba junto a sus familias y realizaba ceremonias de luto.
 
En esa época, nadie quería permanecer sentado sin hacer nada. Las ancianas tejían bufandas y gorros, y las mujeres jóvenes preparaban mermeladas y diferentes platos. La empatía y el apoyo de los vecinos de un barrio durante la guerra los había convertido en miembros de una misma familia apoyándose mutuamente.
 
Un día, la madre de un mártir con la espalda encorvada y las piernas débiles trajo una pequeña bolsa a la mezquita. Después de sentarse y respirar hondo, abrió la bolsa, bien cerrada con un hilo, y dijo: "He recogido el arroz grano por grano hasta que llegara a pesar 10 kilos y los traje acá para que sean enviados a los combatientes".
 
Desde luego, no era solo la anciana quien compartía parte de todo lo que tenía con los combatientes, todas las personas eran así en ese periodo de tiempo. Todos trabajaban con amor y sinceridad, tanto los que se encontraban en la primera línea de los frentes de la guerra o los que desempeñaban el papel de prestar ayuda.
Durante la Defensa Sagrada, el consumismo, la indolencia, el lujo, etc. no eran comunes en la sociedad, ya que todos los miembros de la sociedad estaban involucrados en un objetivo común, que era defender la escuela, la patria y los ideales del Imam Jomeini (que en paz descanse). Por eso, las cuestiones materiales y económicas no eran importantes para la gente, de manera que las madres y las esposas incluso vendían sus aros de matrimonio para colaborar con los gastos de la guerra y ayudar a los combatientes.
 
Lo que se valoraba era la comprensión que las familias y las esposas tenían de las condiciones de entonces.
 
La base de las acciones no fue meramente de tipo económico, sino que, por encima de todo, estaban las creencias y valores espirituales. Por esta razón, las características culturales y sociales de la familia durante la Defensa Sagrada sirvieron de modelo para las familias en las épocas posteriores. De hecho, el ambiente que dominaba en las familias y en los padres de aquel tiempo eran solidos e inculcaban valores para que pudieran alcanzar el crecimiento y el sublime.
 
 
 
P/FE/JP

 

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