Ene 30, 2020 07:08 UTC

ParsToday - Estimados amigos, estamos a su servicio con la segunda parte del espacio semanal “Lo que busca EE.UU. en Venezuela”. Por favor quédense con nosotros hasta el fin del programa.

En las últimas décadas, con la subida al poder de gobiernos izquierdistas en América Latina, hemos sido testigos de las intervenciones abiertas y encubiertas de Estados Unidos y de sus elementos contra movimientos de izquierda. El golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile en 1973; apoyo a los grupos rebeldes en Nicaragua, conocidos como los Contra en 1981, y la ejecución de la llamada Operación Cóndor en algunos países latinoamericanos entre las décadas de 1970 y 1980, en la que un gran número de activistas políticos de izquierda fueron perseguidos, encarcelados o asesinados en países con regímenes dictatoriales, tales como Brasil, Argentina, Bolivia, Uruguay y Paraguay.
 
Desde que Donald Trump asumiera la presidencia de EE.UU. el 20 de enero de 2017, ha habido más tensiones en la región de América Latina y el Caribe que en años anteriores. Incluso durante su campaña electoral, Trump llamó mucha atención con su retórica y sus posiciones negativas y racistas contra la población de origen latina de EE.UU., y demostró que tenía una visión colonialista de los países latinoamericanos.
 
En los últimos años, elecciones presidenciales tuvieron lugar en muchos países latinoamericanos importantes, incluidos Colombia, México, Brasil, Venezuela, Argentina y Bolivia. Estos comicios fueron importantes porque permitieron a los pueblos de la región restablecer el izquierdismo antiimperialista reemplazándolo por gobiernos neoliberales y derechistas, los cuales generalmente reciben su orientación política y económica desde Washington. Venezuela es uno de los países que desde hace años, sobre todo desde la época de Hugo Chávez, ha estado en el punto de mira de EE.UU. por su ubicación estratégica, sus recursos petroleros y su destacado papel de liderazgo entre los movimientos de izquierda antiimperialistas en Latinoamérica. Alexis Colmenares dice en un artículo titulado "Relaciones venezolano-estadounidenses bajo Trump", que la Casa Blanca ciertamente no creó la actual crisis de Venezuela en un solo día; el plan que siguen hoy en día, se ha tomado de un proyecto a largo plazo.
 
El derrocamiento de los gobiernos de izquierda, especialmente a través de golpes de Estado y la subida al poder de gobiernos congruentes con las políticas estadounidenses, es uno de los objetivos de Washington en América Latina, particularmente en Venezuela. La Casa Blanca mantiene que los líderes de los movimientos de izquierda socialistas no están dispuestos a aceptar la hegemonía norteamericana en la región y buscan contrarrestar los intereses colonialistas de EE.UU. y los valores liberales, por lo que su presencia bloquea los objetivos del país norteño. Destacar los desacuerdos, alimentar la tensión y convertirla en una crisis y encarar al frente antinorteamericano, forman parte de las políticas que los líderes de la Casa Blanca vienen aplicando en Venezuela desde la década de 1970. En las políticas intervencionistas implementadas por EE.UU. bajo distintos títulos tales como la diplomacia de los cañones, la diplomacia del dólar y la buena vecindad, se siguen dos objetivos: el primero es apoyar a grupos y personas que dan pasos para promover la política exterior y el capitalismo global. Y el segundo es reprimir y aislar a personas y movimientos sociales que buscan profundizar la democracia y cambiar la gestión económica por el socialismo y el nacionalismo. Otros objetivos que sigue EE.UU. en Venezuela incluyen bloquear la presencia de Rusia, China e Irán en ese país y su inversión en una región conocida como el patio trasero de Washington por su enfoque injerencista.
 
A pesar de las conspiraciones encubiertas de Estados Unidos, durante el mando presidencial de Barack Obama, las declaradas políticas de la Casa Blanca parecían indicar que Washington no buscaba interferir en los asuntos internos de Venezuela. Pero tan pronto como Trump ingresó en la Casa Blanca, Venezuela fue colocada en la agenda de Trump y su equipo de política exterior. Rafael González Morales, profesor de la Universidad de La Habana, en su libro “EE.UU y la guerra de Cuarta Generación contra Venezuela”, califica al país sudamericano como un país clave en la lucha contra EE.UU., el cual está resistiendo ante un nuevo tipo de guerras diseñadas en Washington. González dice al comienzo de su libro: "Venezuela está luchando por la paz en toda América Latina, y EE.UU. por la desestabilización de la región".
 
Con la muerte de Hugo Chávez y la toma de posesión de Nicolás Maduro en 2013, Venezuela entró en un periodo de tensión con las fuerzas dependientes de EE.UU. Esta tensión política se convirtió en una crisis en 2018 al intensificarse las intervenciones de Washington. Juan Guaidó, líder de la oposición interna, fue reconocido por la Administración Trump, quien emprendió una política subversiva contra el gobierno constitucional de Maduro decretando sanciones inhumanas en su contra, con lo cual el país entró en una crisis generalizada. En este sentido, EE.UU. se valió de instrumentos tales como congelar los recursos financieros del gobierno de Maduro, inyectar ingentes cantidades de dinero para influir en las corrientes populares, fortalecer a las campañas críticas y provocar disturbios.
 
Entre otras medidas estadounidenses contra el gobierno legal de Maduro destacan: imponer sanciones a la industria petrolera, impedir la exportación de petróleo, bloquear la inversión extranjera en las industrias matrices de Venezuela especialmente en la industria petrolera, y alimentar el descontento popular contra los gobernantes legales y electos.
 
Asimismo, EE.UU. también ha utilizado ampliamente los medios y el ciberespacio para influir en la opinión pública latinoamericana y orientar los disturbios. Los instrumentos mediáticos, sobre todo en forma de espacio virtual, han sido tan importantes para Washington que los usa como arma contra sus detractores. Los medios de comunicación occidentales siempre han tratado de inculcar que los países de la zona sufren inseguridad, de empañar la imagen de los gobiernos de izquierda y de recriminar explícitamente sus políticas independientes.
 
Además de los instrumentos arriba mencionados, EE.UU. busca instrumentalizar los derechos humanos para presionar a Venezuela en el escenario internacional. Estados Unidos, como el mayor trasgresor del Derecho Internacional y las normas humanitarias, plantea alegatos de derechos humanos contra las autoridades venezolanas en entidades internacionales como el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Cometer actos de sabotaje, ejecutar ataques ciberterroristas e infiltrarse en los sistemas técnicos y de información de Venezuela figuran entre otras herramientas utilizadas por Washington para generar y extender el caos en la nación sudamericana.
 
La posición y la influencia de corrientes izquierdistas en el escenario sociopolítico de Venezuela han hecho que la presencia de gobiernos con tendencias socialistas en el gobierno de Caracas desafíe los intereses norteamericanos en América Latina, lo que se usa como pretexto por la Casa Blanca para intervenir en esta región. El enfoque de la política exterior de EE. UU. con respecto a Venezuela ha estado basado en el rechazo al auge de movimientos de izquierda en este país, y no ha escatimado esfuerzo para golpear al gobierno local. EE.UU. sigue el objetivo de dominar completamente el petróleo venezolano y utilizarlo para impulsar el mercado energético mundial en el marco de los objetivos de Washington. Pero la popularidad de Maduro, apoyado por algunos países latinoamericanos y Estados tales como Rusia e Irán, ha frustrado los planes de la Casa Blanca en Venezuela. Estados Unidos busca ejecutar el "dominó de la caída de los gobiernos de izquierda" y el "retorno de los derechistas en América Latina". Esto sucede en condiciones en que los acontecimientos de las últimas décadas han demostrado que incluso la derrota de las corrientes izquierdistas en las elecciones no ha significado el fin del izquierdismo en países de Latinoamérica, sino que vuelve al poder de una forma más poderosa, toda vez que, en opinión de los críticos, gran parte del historial de corrientes derechistas de esta región ha consistido en su dependencia de Washington, abonar el terreno para saquear la riqueza de sus respectivos países y la corrupción financiera.
 
Estimados amigos, hemos llegado al final de la segunda parte del espacio “Lo que busca EE.UU. en Venezuela”. Nos despedimos de ustedes hasta la próxima emisión.
 
P/FE/NL

 

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