Oct 25, 2017 08:02 UTC

Estamos con Uds. con un programa más de la serie Estados Unidos en la semana que pasó y, al igual que en los programas anteriores, revisaremos los importantes cambios políticos, económicos y sociales del país norteamericano. Esperamos que sea de su agrado e interés.

La semana pasada la mayor parte de los medios estadounidenses se dedicaron a abordar el acuerdo nuclear entre Irán con el G5+1 (EE.UU., el Reino Unido, Francia, Rusia y China, más Alemania), conocido oficialmente como el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés). 
Por un lado, durante la semana pasada, los funcionarios del más alto nivel del Gobierno estadounidense trataban de enfatizar el continuo compromiso de su país con el acuerdo nuclear con el objetivo de reducir las preocupaciones globales y, por el otro, amenazaban a Irán presionando a las otras partes de dicho pacto.
 
Mientras tanto, el Congreso, controlado por los republicanos, en respuesta a un pedido del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció planes para fortalecer el monitoreo y la implementación de medidas de presión sobre el programa de misiles de Irán y el papel del país persa en la región de Asia occidental.
 
Por otro lado, la semana pasada, el Senado finalmente votó el proyecto de ley del presupuesto federal de 2018 para allanar el camino de la agenda de reforma tributaria del gobierno Trump.
Al mismo tiempo, varios tribunales federales de Estados Unidos emitieron un decreto contra la tercera versión del proyecto antiinmigración de Trump que prohíbe la entrada de ciudadanos de varios países de mayoría musulmana.
 
Mientras tanto, la semana pasada, Obama y George W. Bush, ambos expresidentes de EE. UU., criticaron al actual presidente Donald Trump en comentarios separados sobre sus políticas divisivas.
Al mismo tiempo, Steve Bannon exasesor de estrategia de Trump y partidario del movimiento político conocido como los Trumpistas, en un discurso, anunció una  guerra al aparato legislativo del Partido Republicano en la que solo el senador Ted Cruz de Texas estará a salvo en su batalla para derrotar al líder de la mayoría republicana del Senado, Mitch McConnell.
 
 
La semana pasada, la cuestión de cómo el Gobierno y el Congreso de EE.UU. enfrentarían el pacto nuclear de Irán fue todavía un tema de discusión en los círculos políticos y de noticias.
Una semana después del polémico discurso del presidente del país norteño, en el que descertificó el JCPOA, los funcionarios estadounidenses han estado tratando de coordinar la estrategia del país hacia Irán.
 
Mientras tanto, el secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, asumió la misión de reducir las preocupaciones mundiales sobre la posibilidad de la retirada de un país de dicho pacto y, en esta vía, declaró reiteradamente que Washington seguirá comprometido. No obstante, otros altos funcionarios estadounidenses, obviamente, hicieron acusaciones contra la República Islámica de Irán. Por ejemplo, Mike Pompeo, jefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y el general Rach McMaster, asesor de seguridad nacional de Trump, en comentarios separados, afirmaron que los programas misilísticos iraníes y el papel regional de Irán constituyen amenazas para la parte occidental de Asia y exigieron la intensificación de la presión sobre el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI).
Al mismo tiempo, los republicanos en el Congreso, en respuesta a una solicitud de la Casa Blanca, anunciaron planes para fortalecer la supervisión y exacerbar las presiones sobre los programas misilísticos del país persa. Uno de estos proyectos, ofrecido por dos senadores republicanos, Bob Corker y Tom Catton, prepara el escenario para el retorno automático de las sanciones impuestas por el Congreso sobre Irán. 
 
EE.UU. amenaza con aplicar sanciones nucleares a Irán si Irán continúa con sus actividades misilísticas. Sin embargo, la reintroducción de sanciones nucleares contra Irán, mientras el país persa cumple con sus obligaciones, está en contradicción con lo estipulado en el acuerdo nuclear y se considera una aniquilación del mismo.
 
Además, según las reglas internas de Estados Unidos y también del derecho internacional, el Congreso de EE.UU no tiene autoridad de cancelar unilateralmente un acuerdo internacional ni tampoco puede modificar o agregar unilateralmente ninguna disposición a un acuerdo internacional; en particular, el acuerdo nuclear firmado entre Irán y seis potencias mundiales que ha sido refrendado por una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en una votación que contó con el sufragio a favor de EE. UU.  
 
 
En otro asunto, la semana pasada, el Senado estadounidense, con una votación débil de 51 votos a favor y 49 en contra aprobó el proyecto de presupuesto de 2018 propuesto por el gobierno federal. Este proyecto de ley permite que el gobierno federal reduzca más de $ 6 billones de ingresos fiscales de las empresas durante más de una década. Los republicanos esperan intensificar la inversión y crear nuevas oportunidades de empleo, en particular reduciendo los impuestos a los empresarios y las grandes empresas.
 
Esta fue una de mayores promesas de Trump durante la campaña de 2016, que finalmente lo llevó a su victoria. Trump prometió recortar los impuestos a los ricos y a un grupo de personas de clase media y crear más de 25 millones de nuevos empleos en una década. Sin embargo, el plan de impuestos de la Administración de Trump y, de hecho, el proyecto de ley para el presupuesto de EE.UU. de 2018 también tendrá serios oponentes.
 
El senador Bernie Sanders, cuando votó este proyecto de ley, dijo: “No es un mal proyecto de ley, es terrible porque se trata de $ 2 billones en exenciones impositivas para un porcentaje masivo de riqueza, lo que agranda la brecha de ingresos en Estados Unidos”.
 
Los críticos también argumentan que, con el desequilibrio entre las fuentes de ingresos y el crecimiento constante del gasto público, Estados Unidos enfrentará de nuevo enormes déficits presupuestarios, y al gobierno no le quedará más remedio que reducir el gasto de bienestar, salud, educación y mitigación de la pobreza.
 
En otras palabras, por cada dólar que queda en el bolsillo de las clases medias y pobres, por la reforma del sistema impositivo,  tienen que pagar unos dólares para acceder a servicios de bienestar del gobierno. Por esta razón, los críticos económicos del gobierno de Trump dicen que sus planes finalmente llevarán a la propagación de la pobreza en la comunidad.
 
La semana pasada, también varios jueces federales ordenaron suspender la ejecución de la tercera versión del decreto antiinmigración de Trump para prohibir el ingreso de ciudadanos de algunos países mayoritariamente musulmanes. Esta situación ya se ha repetido, es decir, la orden ejecutiva antiinmigratoria del presidente Trump ha sido rechaza por tribunales estadounidenses. 
 
Trump emitió una nueva orden el 25 de septiembre que pide prohibir la entrada de ciudadanos extranjeros a Estados Unidos. Según el decreto, dos países Corea del Norte y Chad se agregaron a la lista anterior, que incluía a los países musulmanes de Irán, Siria, Yemen, Somalia y Libia, en tanto que Sudán fue eliminado de la lista. También el tema de la llegada de refugiados al país norteño se quedó en el limbo. Bajo la nueva orden de Trump, se cancelaron las exenciones de entrada de nacionales de aquellos países que estaban asociados con ciudadanos o agencias de EE.UU.
 
Conforme a funcionarios de la Administración de Trump, el gobierno, como responsable de garantizar la seguridad del país, tiene autoridad exclusiva para emitir visados a ciudadanos de otros países y, de no ser sancionado, podría prohibir el ingreso de personas a los Estados Unidos. Mientras que algunos fiscales en Estados Unidos argumentan que la prohibición de entrar a Estados Unidos basada en su nacionalidad o religión es objeto de medidas discriminatorias y anticonstitucionales. Por supuesto, la Casa Blanca agregó el nombre de Corea del Norte a la lista anterior de seis países musulmanes con miras a menguar las críticas de que su decreto se basaba en la discriminación a los musulmanes. Sin embargo, la prohibición de la entrada de todos los ciudadanos de un país se considera una medida discriminatoria, ya que no existen suficientes razones que señalen a los países sancionados como un peligro para la seguridad de Estados Unidos.
 
 
Finalmente, la semana pasada, la controversia entre los partidarios del movimiento anti-establishment de Estados Unidos y las figuras prominentes de la clase política gobernante volvió a crecer. Barack Obama y George W. Bush, expresidentes de EE. UU., hablaron en comentarios separados, pero casi simultáneos, sobre la política del gobierno actual y la consideraron divisiva. 
 
Mientras tanto, las observaciones del expresidente republicano George W. Bush sobre las decisiones del mandatario republicano se han vuelto más notable. “Hemos visto desnaturalizar el nacionalismo en nativismo, y hemos olvidado el dinamismo que la innovación siempre aportó a Estados Unidos”, afirmó Bush luego de meses de esfuerzos de Trump por frenar la inmigración y el flujo de refugiados al país. Estas palabras de ira inspiraron a Steve Bannon, un antiguo asesor de Donald Trump y una de las figuras principales de los "trumpistas". Describió al último presidente republicano antes de Trump, George W. Bush, como el peor presidente de la historia estadounidense. Bannon arremetió contra la clase gobernante de Washington y, sobre todo, la cúpula del Partido Republicano y consideró que son una amenaza existencial para el sistema y el gobierno de Trump.
 
Antes de este discurso, el asesor estadounidense también prometió en California que durante las elecciones legislativas del próximo año derrocaría a los senadores republicanos, con excepción del senador derechista de California, Ted Cruz, y bloquearía la reelección del candidato republicano Mitch McConnell en el Senado.
 
Estas palabras decisivas e intempestivas contra la cúpula política gobernante han sido la principal preocupación de los líderes republicanos. Anteriormente, el triunfo de Trump que terminó con el surgimiento de masas insatisfechas de la élite política, pareció poner fin a una disputa en el Partido Republicano.
 
Sin embargo la figura mágica de Trump que se mostró para la victoria en las elecciones presidenciales ahora está a la sombra de la escena política en Estados Unidos y amenaza a los políticos veteranos de ambos partidos. Mientras tanto, ahora Trump no es una persona rebelde contra un sistema que él mismo representa y protege.