Oct 29, 2020 06:46 UTC

ParsToday – Queridos oyentes, estamos comenzando la Semana de la Unidad y con este motivo en el programa de hoy, vamos a ocuparnos de una pequeña parte de los buenos atributos y virtudes morales del Profeta del Islam, Mahoma (saludos de Dios a él y a sus descendientes).

En los gloriosos días del aniversario del nacimiento del Hazrat Mohammad Mustafa, el Profeta del Islam, la agradable fragancia de la unidad y la hermandad acaricia el corazón y el alma de cada musulmán.
 
 
 
Los días de la Semana de la Unidad son como un llamado del Mensajero de Dios a la Ummah islámica para que deje de lado las divisiones y cante la canción de la empatía alrededor de los ejes de la unidad.
 
 
 
Estos gloriosos días empiezan el 12 del mes de Rabi al-Awal (fecha del nacimiento del Profeta, según los suníes) y terminan el 17 de Rabi al-Awal (la misma ocasión según los chiíes). El Imam Jomeini, fundador de la Revolución Islámica de Irán, denominó esta semana como la Semana de la Unidad para reforzar la unidad y empatía entre los musulmanes.
 
 
 
El propio Profeta del Islam es un símbolo de unidad y misericordia para todos los pueblos. Felicitaciones a todos los musulmanes del mundo por esta gran semana, continuamos el programa dando un repaso a la vida y personalidad del Mensajero de Dios.
 
 
 
Cualquier pluma y cualquier imaginación es incapaz de expresar la grandeza de la personalidad del Mensajero de Dios, a quien el Sagrado Corán presenta como el ser humano con el más alto grado de moralidad y con una extensa misericordia para todos los pueblos del mundo.
 
 
 
Por voluntad divina, el carácter espiritual y moral de Mahoma empezó desde que era un niño, fue criado de tal manera que pueda llevar la gran carga de la guía y la profecía.
 
 
 
Desde su infancia, experimentó muchas dificultades y sufrimientos. Según algunos relatos su padre, Abdulá, murió antes de su nacimiento, y según otras narraciones, falleció meses después de su nacimiento.
 
 
 
La tradición de las familias honorables y nobles de aquel entonces en Arabia, era entregar a sus hijos a mujeres castas, y así fue como confiaron a este querido niño a una mujer noble llamada Halima, quien llevó a Mahoma a su tribu, y durante casi 6 años lo crio, le amamantó y cuidó y así, el Profeta fue criado en el desierto.
 
 
 
A veces, Halima llevaba al pequeño para que su madre Ámina, lo viera. Después de seis años, este niño, que ya era físicamente fuerte, hermoso, ágil, eficiente, espiritualmente sereno, paciente, bondadoso, de buen comportamiento y de mente abierta, regreso con su madre y con su familia.
 
 
 
La madre llevó al niño a Medina (entonces conocida como Yathrib) para visitar la tumba de su padre Abdulá, y a su regreso, falleció en el pueblo de Abwa, lo que dejó huérfano a Mahoma, del que su honorable abuelo, Abd al-Muttálib, se hizo cargo.
 
 
 
Así, se exaltaba día a día el alma de este niño, que en el futuro iba a guiar al mundo hacia el monoteísmo y la iluminación.
 
 
 
En su juventud, brillaba como una joya, que entre un polvo de la ignorancia y supersticiones y lejos del mal, se encontraba en la cima de las virtudes.
 
 
 
En esos días de juventud, fue denominado como Muhammad Amin (digno de confianza), de modo que la gente le confiaba las cosas que consideraban muy importante, ya que estaban seguros que lo recuperarían tal y como lo dejaron.
 
 
 
Incluso después de que Mahoma comenzara a predicar el Islam, cuestión que dio lugar a la hostilidad del clan de los Banu Quraysh en su contra, los mismos enemigos venían a confiar sus cosas al Profeta. Por eso, cuando éste emigró de La Meca a Medina, dejó a Ali (saludos de Dios con él) en La Meca para devolverle a la gente todo lo que se le había confiado.
 
 
 
Era tan casto que en el corrupto ambiente moral de la Arabia preislámica y durante su juventud, era conocido por su modestia y castidad, y todo el mundo reconocía que Mahoma nunca fue contaminado con la inmoralidad e indecencia.
 
 
 
El Profeta Mahoma creció como una perla en el caparazón del favor y la atención divinos y se volvió más brillante.
 
 
 
Aquel gran hombre era honesto, veraz, paciente, piadoso y casto. Su trato a la gente no era engañoso ni por interés personal, solo se basaba completamente en la honestidad. Sus palabras eran bonitas y agradables.
 
 
 
Saludaba a todos e incluso tomaba la iniciativa al saludar a los niños. Nadie le escuchó proferir insultos y tampoco permitía que nadie fuera insultado o calumniado en su presencia. Era amable con los niños y las mujeres y se comportaba muy bien con los débiles.
 
 
 
Defendía a los oprimidos bajo cualquier condición. Si encontraba a un oprimido en algún lugar, no cejaba hasta acudir en su ayuda. Desde su juventud y mucho antes de ser designado profeta, ya, ayudaba a los necesitados.
 
 
 
Según un relato, un día un mercader entró en La Meca a vender su mercancía una persona le compró y no le pagó, esa persona era uno de los nobles de la ciudad, El mercader no tenía a nadie a quien pedir ayuda, así que fue a la cima del monte Abu Qubays y gritó: “¡Oh hijo de Fihr (Quraish)! Estoy oprimido”.
 
 
 
El Profeta y su tío Zubair Abd al-Muttalib escucharon el grito; entonces se unieron y decidieron defender los derechos del extraño. Fueron a visitar a aquel noble pidiéndole que le pagara. El noble se asustó y se vio obligado a pagarle. Desde el mismo día, el Profeta Mahoma hizo un pacto con su tío para ayudar a los oprimidos. Después de su designación como profeta, Mahoma dijo que aún se sentía comprometido con ese pacto.
 
 
 
Los ateos y politeístas hostigaron mucho al Profeta, quien en múltiples ocasiones fue apedreado e insultado por los enemigos y los violentos; a veces, incluso se veía obligado a dejar La Meca y refugiarse en los montes circundantes por tanto acoso.
 
 
 
Jadiya, su amable esposa, le seguía, ella le ponía pomada a sus heridas en los pies, y cuando le frotaba los pies le escuchó decir lo siguiente: "Oh Dios, perdónales por haberme insultado y lapidado, ya que ignoran lo que es la divinidad”.
 
 
 
Él era un generoso que perdonaba a sus enemigos personales.
 
 
 
Su paciencia y perseverancia han sido alabadas por Dios muchas veces en El Corán. Según los relatos, ningún profeta fue hostigado tanto como Mahoma.
 
 
 
A veces, incluso los musulmanes, por negligencia o ignorancia, proferían insultos al Profeta, pero él lo pasaba por alto con una sonrisa y silencio. Si alguien lo ofendía, se le veía signos de malestar en la cara, pero no se quejaba.
 
 
 
Desde muy joven, iba a la Cueva de Hira para orar a Dios. La oración del Profeta Mahoma era tal que sus pies se hinchaban de estar de pie en el altar de la oración. Pasaba la mayor parte de las noches velando, adorando, suplicando, llorando y pidiendo perdón a Dios.
 
 
 
Una vez designado profeta del Islam, Mahoma estableció la unidad y la empatía entre los musulmanes. El Profeta de la Misericordia y la Bondad sabia, con un pensamiento sublime y el conocimiento divino, que mientras no haya una sólida unidad y cohesión entre las personas de la Ummah, no se podrá alcanzar las elevadas y benditas metas del Islam.
 
 
 
Así que, después de su emigración de La Meca a Medina, el Profeta reunió a los musulmanes en Medina y, al cerrar un "acuerdo de hermandad" entre los Ansar («Los auxiliadores») y Muhayirun («Los Emigrantes»), pidió que cada Ansar considere a cada Muhayirun como su hermano.
 
 
 
Según este decreto, los auxiliadores, que vivían en Medina, ayudarían a sus hermanos emigrantes, que habían venido desde La Meca, en todos los ámbitos de la vida. Así, se materializó una hermandad islámica, nunca vista en la historia.
 
 
 
También hoy en día, se espera que los musulmanes del mundo, centrándose en sus puntos en común, a saber, El Corán, el Profeta y la Kaaba o la Qibla única, cierren las filas cantando de nuevo la canción de la hermandad y la empatía.
 
 
 
La Ummah islámica ahora necesita más que nunca la unidad y la cohesión para ayudarse mutuamente y mostrar la dignidad del verdadero Islam al mundo.
 
 
 
P/FE/JP

 

Tags