Nov 06, 2017 07:52 UTC

En el marco de la revisión del proceso de la izquierda en América Latina, hemos dedicado unas partes a la revisión de las causas del declive de los gobiernos izquierdistas en el sur de América Latina

En el programa anterior, iniciamos este tema con la revisión del papel y la influencia de los medios de comunicación sobre los avatares políticos en América Latina. En el programa de hoy, revisaremos las causas regionales que afectaron el cambio de los gobiernos izquierdistas en América Latina.
 
Entre otros avatares y causas regionales influyentes en el cambio de los gobiernos izquierdistas en América Latina, se puede indicar dos factores muy importantes.
Uno de los factores es el fracaso de los izquierdistas en las presidenciales de Argentina. Como segundo factor se puede mencionar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre EE.UU y Cuba, considerado un golpe al frente de la resistencia en la región de América Latina. En este programa, hablaremos sobre estos dos factores.
Los países latinoamericanos mantienen estrechos vínculos. De tal modo que tras la victoria de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de 1998 en Venezuela, hubo una cadena de victorias de las fuerzas del frente de Resistencia en América Latina. Sin lugar a dudas, la victoria de las fuerzas de resistencia en un país puede afectar a otros países de la región, el fracaso de estas fuerzas también puede afectar a los demás. La debilidad del eje del movimiento de la nueva izquierda en América Latina fortaleció a los opositores de la izquierda en países como Bolivia y Ecuadores y redujo la popularidad de la presidenta izquierdista de Brasil, Dilma Rousseff.
Después de la victoria del candidato conservador en las elecciones presidenciales de Argentina, Mauricio Macri, la derecha en Venezuela consiguió un mejor puesto. La elección de Macri podía debilitar la ola izquierdista que había rodeado a América Latina desde los años noventa.
Tras la victoria de la derecha en Argentina, Macri llegó al poder como presidente, hecho que puede mostrar el surgimiento de nuevas posturas en la política de Argentina.
El liderazgo de Macri, en comparación con Cristina Fernández, su antecesor, es menos conflictiva. En el ámbito de la política exterior, Macri busca el establecimiento de un nuevo equilibrio. Pretende reducir el nivel de las relaciones de Argentina con China, Venezuela, Rusia e Irán. La reducción de las relaciones de Argentina con los duros rivales de EE.UU. allana el terreno para una mayor influencia de Washington en esa zona.
Se puede considerar la victoria de Macri en Argentina como el fin de la continuación de las relaciones amistosas entre los líderes izquierdistas de Venezuela, Ecuador y Bolivia y pone en riesgo la existencia de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y el Mercado Común del Sur (Mercosur).
Macri ha prometido dirigir Argentina en un camino diferente, lo que puede significar el apoyo a inversionistas extranjeros, el mejoramiento de las relaciones con los prestamistas de los  Fondos Buitre, la eliminación de los planes de bienestar social, además de poner fin los apoyos del Gobierno a las corrientes socialistas.
El segundo factor regional que afecta el cambio de los gobiernos de izquierda en América Latina, es la restauración de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Ambos gobiernos cortaron sus relaciones diplomáticas en 1961, después de la alianza de Castro con la Unión Soviética, pero a finales de 2014, los líderes de Washington y La Habana informaron de la reanudación de las relaciones diplomáticas y la liberación de presos, además de que Estados Unidos eliminara a Cuba de la lista de los estados patrocinadores del terrorismo. Ese cambio hizo que el entonces presidente de EE.UU., Barack Obama, emitirá el permiso de aumentar los viajes a Cuba, aumentar la cantidad de transferencia de dinero en efectivo así como la reducción de las limitaciones comerciales contra Cuba.
El comienzo de las relaciones diplomáticas fue un cambio en la política exterior de ambos países. El punto importa es que, de hecho, Cuba se considera pionero del izquierdismo entre los países de América Latina, por lo que el mejoramiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba podría mejorar también las relaciones de Washington con otros países izquierdistas latinoamericanos.
Cuba siempre se ha opuesto a la política de Estados Unidos en la región. La Habana siempre ha expresado su oposición a Estados Unidos en el marco de las convenciones o los tratados regionales, como el Mercosur o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Tras la superación del problema de Cuba con EE.UU., se debilitan las posturas antiestadounidenses en la región.
Por lo tanto, el desarrollo de las relaciones de Estados Unidos con Cuba, país abanderado de la lucha de izquierdistas contra la política estadounidense en América Latina, preparó el terreno para el declive del poder político de los movimientos de izquierda en la región. Los partidos de izquierda en algunos de esos países, otorgaron su puesto a los partidos conservadores y de la derecha a través de los parlamentos y el voto popular.
En EE.UU., el Gobierno y el Congreso comparten una misma visión respecto a Cuba, que las políticas de Estados Unidos han fracaso en toda América Latina y que Washington debe dejar de enfrentarse con países que vea como una amenaza y enfrentarse con países que son una  amenaza mayor, como Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Estados Unidos se ha dado cuenta de que su agresiva política contra Cuba, la cual conllevó la oposición global, provocó el aislamiento de Estados Unidos entre los países latinoamericanos. Por esta razón, la Casa Blanca decidió cambiar esa postura.
El proceso de reconciliación estadounidense hacia Cuba es parte de una estrategia más amplia de ese país para una nueva intervención política en América Latina. Tales avatares en los países latinoamericanos prepararon a Washington la oportunidad de seguir una política bidireccional. Por un lado, Washington aumenta sus presiones políticas y económicas contra los países izquierdistas de la zona y por el otro, fortalece su presencia militar en América Latina.
El comportamiento de Washington respecto a los países de América del Sur siempre ha demostrado que es posible que EE.UU cambie un poco su modelo de intervencionismo, aunque nunca retirara su injerencia.
EE.UU., durante el periodo de Obama, esperaba convertir el mejoramiento de sus relaciones con Cuba en un punto de partida para intervenir en otros territorios de América Latina por vía diplomática, pero el pueblo latinoamericano nunca se olvidará de los esfuerzos de EE.UU. durante cinco décadas para imponer duras y sanciones, limitaciones ilegales y diplomáticas así como complicadas conspiraciones de espionaje con el fin de derrocar al gobierno nacional de Cuba.
Tras la negligencia de EEUU durante dos décadas respecto a los países latinoamericanos, o sea el  antiguo patio trasero, atestiguó la penetración de sus rivales como China, Rusia, y la República Islámica de Irán  en esta región.
Los estadounidenses ser vieron en vísperas de perder la mayor parte de América Latina.
En las elecciones que se llevaron a cabo en Brasil, Argentina, Bolivia, Venezuela y Nicaragua, los gobiernos antiestadounidenses llegaron al poder. Durante los últimos años del gobierno de Obama, EE.UU aumentó las presiones contra los países independientes de América Latina, que resultó en el derrocamiento del gobierno de Honduras, dirigido por Zelaya y el derrocamiento del gobierno de Paraguay, liderada por Fernando Lugo.
No obstante, en aquel entonces, EE.UU no consiguió cumplir con sus objetivos en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Argentina y Brasil para cambiar el gobierno, pero involucró a cada uno de esos países en crisis política, económica y de seguridad. La presencia de Rusia y China en América Latina y la firma de varios tratados de cooperación, sobre todo en el ámbito militar, con los países estratégicos de esta zona como Venezuela, Cuba, Argentina y Brasil, hizo sonar la alarma para la Casa Blanca.
No obstante, el asunto de las deudas y los bonos y la estricta postura de los fondos buitre respecto a ese país,  las obstaculizaciones de la Corte de EE.UU en el pago de las deudas de Argentina, el cambio de postura de este tribunal y la emisión de una sentencia a favor de Argentina y la reanudación del comercio de carne entre EE.UU y Argentina que se había convertido durante muchos años en un asunto conflictivo entre los dos países, y se consideran ejemplos sobre los esfuerzos de Washington para acercarse a esos países.
No obstante, EE.UU, a parte de esta proximidad, aun se esfuerza por derrocar los sistemas de gobierno en esos países. Como ejemplo, se puede indicar la celebración de amplias protestas de la oposición brasileña en 200 ciudades de ese país así como la preparación del ambiente para el surgimiento de conflictos en Ecuador que acabaron con la vida de 38 policías.
Las peticiones de Cuba como la eliminación de embargos y la exigencia de una indemnización de daños a EE.UU así como la  devolución de Guantánamo demuestra la firme voluntad de la  Habana para mantener su independencia. Obama no consiguió cumplir con estas peticiones de Cuba y no hay un panorama claro al respecto durante la era de Donald Trump.
Existen impresiones dudosas respecto al proceso de la reconciliación entre EE.UU y varios países latinoamericanos. Por ejemplo,  James Petras, uno de los más destacados analistas políticos, sobre la política exterior de EE.UU respecto a Colombia, Irán, China, Cuba, Ucrania, Yemen y Siria considera  “los diálogos de paz” como una introducción para la guerra.
En el caso de Cuba, Petras describe la política de EE.UU en la normalización de las relaciones como un Caballo de Troya que facilita su derrocamiento desde el interior. El divide en cinco partes la táctica de Washington al respecto: una de estas tácticas es la inyección de dinero al sector privado de Cuba y aumentar de esto modo el peso de Estados Unidos en la economía de ese país. La segunda  es el papel que jugará la Embajada de EE.UU como un patrocinador antirrevolucionario. Entre otras tácticas se puede mencionar la invasión de la cultura de consumo y debilitar la cultura igualitaria en Cuba.  La disminución del apoyo político de Cuba a Venezuela y finalmente, la creación de una clase dependiente al Occidente en Cuba, se considera como otra táctica de Washington para facilitar el derrocamiento de Cuba desde el interior.