Ene 29, 2018 07:50 UTC

Pars Today-En los programas previos, revisamos la corriente del izquierdismo en el sur del continente de América y el proceso de su confrontación con la derecha. En el programa de hoy y el de la próxima semana, concluimos todo lo dicho en los programas anteriores.

En el siglo XX, y especialmente en la segunda mitad de este siglo, América Latina fue uno de los principales centros de actividades de la izquierda. La historia de los importantes países sudamericanos durante este período está repleta de luchas políticas e incluso armadas contra los gobiernos de esa época. Aunque en el siglo XX los izquierdistas ganaron las elecciones en Sudamérica, se les prohibió tomar el poder, a través de intervenciones como el golpe de estado en países como Chile y Argentina, pero en el siglo XXI, debido a la continuación de las actividades políticas de los izquierdistas, la situación volvió a favor de ellos y tomaron el liderazgo político en la mayoría de los países latinoamericanos.

 

Entre los años 1998 y 2009, surgió una ola de victorias en las elecciones presidenciales en esos países. Este giro político hacia la izquierda, formado especialmente en la región de América Latina, se conoció como la Marea Rosa.

En Bolivia, Evo Morales; en Ecuador, Rafael Correa; en Brasil, Lula Da Silva; y luego su compañera de partido, Dilma Rousseff; en Argentina; Néstor Kirchner y tras su muerte su esposa, Cristina Fernández de Kirchner; en Venezuela, Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro; en Nicaragua, Daniel Ortega; en Perú, Ollanta Humala; en Chile, Michelle Bachelet y en Paraguay, Fernando Lugo fueron los izquierdistas que llegaron al poder.

En estos años, la izquierda ganó las elecciones y llegó al poder en otros países latinoamericanos, incluidos Honduras, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Costa Rica y Uruguay. Sin embargo, al parecer hay evidencias sobre el fin de la ola del izquierdismo en América Latina en los últimos años. La preocupación de los Estados Unidos por expandir su influencia en otros países distrajo la atención de Washington de América Latina, donde se consideraba antes como su patio trasero.

 

Por otro lado, la atención de la política exterior de los Estados Unidos hacia el Oriente Medio y la agresión y la autocracia de Washington crearon una cierta forma del despertar nacional en el sur de América, que se convirtió en uno de los principales factores influyentes en las transformaciones políticas de América Latina. Después de que los estadounidenses se dieron cuenta de la disminución de su dominio en América Latina y la presencia efectiva de otros países en esta zona, adoptaron políticas para contrarrestarlo. La primera política que tomaron fue la lucha contra el eje central del socialismo en América Latina.

Otra política tomada por los Estados Unidos para reavivar su influencia es una nueva inversión en la región y el aumento de la influencia económica. El fortalecimiento y la expansión de la cooperación militar y de seguridad con los países de América Latina es otra política tomada Washington.

 

Estados Unidos, durante los dos periodos de la Presidencia de Obama, al contrario de los republicanos y su insistencia en la guerra dura, desencadenó una guerra blanda en América Latina, para posibilitar el regreso de Washington a su ex patio trasero.

En un pasado, no tan lejano, América Latina fue descrita como el patio trasero de los EE.UU pues, desde la emisión de la Doctrina Monroe en diciembre de 1823,  la cual es el principio de la política exterior de Estados Unidos de no permitir la intervención de las potencias europeas en los asuntos internos de los países del hemisferio americano. , Washington consideraba esta zona como una propiedad privada, y no permitió ninguna oposición a su presencia en esta región.

En las décadas 70 y 80, Washington siguió esta política con su poder duro, que se llevaba a cabo en el marco de golpe de Estado en los países latinoamericanos, para que el movimiento izquierdista popular no pueda sacar ventajas de sus países de las garras de las compañías petroleras y los carteles estadounidenses. La participación de Washington en el golpe de estado de 1973 contra Salvador Allende es tan evidente que se considera como el símbolo de los golpes estadounidenses en la región.

 

En la década de 1990, el cambio del ámbito internacional permitió un giro importante en el ambiente latinoamericano. Este cambio del ambiente, alejó la expresión del patio trasero de los recuerdos, y hay que decir que Washington no solo no estaba contento con este cambio, sino que pretendía mantener su patio trasero. El golpe militar de 2003 contra Chávez en Venezuela fue el más importante paso que dio Washington para mantener su posición anterior. Desde la llegada al poder de Barack Obama en 2009, se cambió también el plan de Washington en América Latina, y el uso del poder blando sustituyó al poder duro, una antigua manera. La agenda tenía tres ejes principales.

Uno de estos ejes fue el uso de los partidarios estadounidenses y antiguos capitalistas en la región. El otro eje fue el uso de los medios de comunicación locales e internacionales.

Los instrumentos económicos para imponer presión contra la clase media con el objetivo de decepcionar a esta clase de la gobernación de la izquierda fue el tercer eje del plan. La puesta en función de este plan y el uso del poder blando requería del tiempo y los dos periodos de la Presidencia Obama le dieron a Washington esa oportunidad.

La expresidenta de Argentina, Cristiana Fernández, había advertido en junio de 2015 sobre el intento de Washington para regresar a América Latina y había dicho que pretenden llevar a América Latina a una crisis para que la gente vuelva a las antiguas políticas neoliberales.

La propio Fernández fue víctima de la misma corriente. Por un lado, estaba bajo la presión política por el caso de Amia y el enjuiciamiento de los círculos sionistas. Además, la deuda de 4.6 mil millones de dólares de su gobierno a seis fondos de inversión estadounidenses abrió también el terreno para la presión económica en su contra.

Pero, la iniciativa del gobierno de Obama para normalizar los vínculos con Cuba, su visita a Argentina y el apoyo a Mauricio Macri, el presidente derechista de ese país, así como la adopción de estrictas posturas contra el gobierno de Maduro en Venezuela, ponen de relieve la expansión de la influencia de Washington en América Latina.

La guerra del precio del petróleo, especialmente desde 2015, fue el otro aspecto de la guerra blanda estadounidense con el fin de hacer arrodillar al gobierno izquierdista de Nicolás Maduro en Venezuela. Washington esperaba que, con la presión económica, el Parlamento se vuelva en contra del Gobierno.

 

Glenn Greenwald, ganador del premio literario "Pulitzer", ha dicho que la destitución de Rousseff fue un ataque planificado para destruir la democracia en Brasil. Varios grupos internos y externos estuvieron activos en ese proyecto. Greenwald han dicho que muchos millonarios en Brasil llevan ahora las banderas de protesta y salen a las calles so pretexto de luchar contra la corrupción, pero son las mismas personas que están enjuiciadas en la corte por lavado de dinero, no pagar impuesto, soborno y algunos han sido condenados incluso a cárcel.

De hecho, no se puede revisar los problemas y las inestabilidades de América Latina sin considerar el papel oculto de los Estados Unidos.

A principios de la década de 1960, Brasil gozaba de un gobierno electo y democrático que no le gustaba los Estados Unidos, no porque era izquierdista, sino porque estaba en busca de la justicia social y el logro de este objetivo no era compatible con los intereses del capitalismo global y a la cabeza, los EE.UU. Entonces, en 1964, Washington provocó a los militares brasileños a realizar un golpe.

Luego, respaldó el sistema dictatorial que fue el resultado del golpe. Dilma Rousseff, la destituida presidenta de Brasil, en esa época era una de las fuerzas revolucionarias detenidas y torturadas en prisión. La organización Wikileaks ha anunciado que Michel Temer, quien llegó al poder después de que Rousseff fuera derrocada, es espía en los Estados Unidos. Por eso, el gobierno venezolano describió la destitución de la expresidenta brasileña Dilma Rousseff como "un plan estadounidense", "una burla a la voluntad del pueblo" y "una creciente amenaza contra el bloque de poder de la izquierda" en América Latina.

Teniendo en cuenta la presencia de los diputados pro-occidentales en el parlamento de Venezuela, la situación de ese país no es mejor que la de Brasil. La dura presión económica junto a la masiva represión mediática podría allanar el camino para la caída de los herederos de Chávez. Con la muerte de Hugo Chávez, Washington intentó crear inquietud e inestabilidad en países donde el sentimiento izquierdista se había extendido, como Argentina, Brasil, Ecuador, Venezuela y Bolivia.

La importancia del punto focal de Venezuela en América Latina les ha obligado a las agencias de inteligencia de los Estados Unidos a movilizarse para poner fin a la revolución bolivariana en el país, a través de la provocación de los opositores derechistas. El resultado es que los gobiernos de izquierda pierden gradualmente su popularidad, fracasan en las elecciones, y entregan el ámbito a los liberales.

De hecho, este proyecto es un tipo de "golpe apagado" que se lleva a cabo a través de la explotación de los problemas económicos y de chantaje del funcionamiento de los gobiernos de izquierda. Venezuela también ha sido presionado desde el mismo punto y sabe que los Estados Unidos tiene la intención de poner a este país en la órbita del liberalismo estadounidense. Este proceso ha hecho que los partidarios del movimiento chavista entreguen por primera vez en 16 años la mayoría en el Parlamento a la oposición.