Ene 15, 2018 07:52 UTC

ParsToday-En el programa anterior nos dedicamos a revisar las causas regionales que afectaron el declive de los izquierdistas en el sur de América. En el programa de hoy hablaremos sobre el cambio del gobierno izquierdista en Brasil.

En más de una década de gobierno del partido de izquierda de Brasil y las políticas de Luiz Inácio Lula da Silva, quien llegó al poder en el marco de la democracia burguesa de este país, y debido a sus planes reformistas en base a su gobierno de bienestar consiguió sacar a Brasil del país más endeudado del mundo a una economía recién surgida de primer nivel.

Paralelamente con el crecimiento económico de más del 6 por ciento y el cambio de política de los préstamo de las entidades internacionales, incluido el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, Da Silva, a través del pago de las deudas de Brasil consiguió acabar con la intervención de las entidades financieras en la economía de su  país y sustituir una política independiente y una distribución más justa de la riqueza.

Este gran éxito que fue en contra de todos los programas y las teorías neoliberales del mundo, desde el inicio provocó la ira de las entidades financieras internacionales y la oposición más dura de los derechistas.
El éxito de Da Silva en la regulación de las relaciones económicas desarrolladas llegó a tal nivel de la estabilidad que incluso durante la crisis financiera mundial del año 2008, Brasil sufrió el menor daño y consiguió preservar la tasa de su crecimiento económico.

Gracias a los éxitos del gobierno izquierdista del partido de los Trabajadores, dirigido por Lula Da Silva, su asistente Dilma Rousseff, quien gozaba de su gran apoyo, consiguió llegar a la presidencia fácilmente en 2011 y sustituir a Da Silva y continuar sus políticas económicas, no obstante, a finales de su segundo gobierno de Rousseff, los problemas económicos y la reducción del crecimiento económico  surgieron gradualmente. La segunda ola de la crisis económica mundial afectó esta vez también a este gigante suramericano.

Según las estadísticas, la segunda ola de la crisis económica mundial causó el aumento de la inflación, así como la intensificación de la recesión. Unos millones de persona perdieron su empleo. Se cayó el crédito bancario brasileño. Se redujo el valor de la moneda casi a la mitad y la bolsa alcanzó su nivel más bajo en siete años. Una parte de las clases sociales de Brasil se unieron a las protestas, llevadas a cabo por el partido opositor.

Si bien Dilma Rousseff consiguió ganar las elecciones presidenciales de 2014 y postularse por segunda vez, pero los votos a su favor se redujeron drásticamente en comparación con la primera ronda.
La intensificación de las insatisfacciones indicó también que la situación no era a favor del partido gobernante y Rousseff. Debido al declive económico y el agravamiento del descontento general, el movimiento político izquierdista en Brasil se enfrentó a una derrota en las elecciones parlamentarias de 2015 y perdió el control sobre la Cámara de Representantes y del Senado de Brasil.

 En su segunda ronda de la presidencia y con el objetivo de formar el gobierno apoyado por la mayoría de los diputados, Dilma Rousseff se vio obligada a formar una coalición con el partido liberal movimiento democrático, dirigido por Michel Temer.

El aumento de las presiones, y al mismo tiempo, el alcance de la recesión económica, fortaleció aún más a los opositores. El partido del movimiento democrático se inclinó hacia la derecha. Temer, el líder de este partido y también vicepresidente, tras la retirada de Rousseff del poder le sustituyó automáticamente hasta las siguientes elecciones en 2018. Como se esperaba, el 31 de julio de 2016, el Senado de Brasil con el voto unánime de los legisladores derechistas, emitió el veredicto de la destitución oficial de Dilma Rousseff, suspendida desde hace seis meses de su cargo como presidenta.

De los 81 senadores, 61 votaron a favor de la destitución de Rousseff y confirmaron el fin de los 13 años de gobierno del partido izquierdista de los trabajadores. Eso fue mientras que el año anterior, Rousseff había obtenido 54 millones de votos de los ciudadanos para quedarse en su cargo como presidenta. La excusa de los derechistas para destituir a la presidenta electa, fue al principio, el abuso financiero relacionado con el caso de la compañía petrolífera nacional Petrobras que, tras las revisiones judiciales, el tribunal la absolvió de este cargo, pero los partidores opositores y las corrientes derechista, quienes formaban la mayoría de las Cámaras de los Diputados y el Senado, habían tomado su decisión para derrocar al gobierno izquierdista de Dilma.

Lo que ocurrió el 31 de julio de 2016 en Brasil, si bien desde el aspecto legal estaba basado en mecanismos legales, pero desde el punto de vista de muchos expertos políticos, debido a la naturaleza del tema, se considera como un punto contrario a la democracia.
Según la Constitución de Brasil, el Parlamento puede votar a favor de la destitución de un presidente electo en condición de que el tribunal verifique su cargo.

En el proceso judicial en Brasil, el caso de Rousseff fue investigado y fue absuelto de los cargos de abuso de poder y corrupción financiera. Incluso la acusación contra Rousseff basada en que ella había maquillado el déficit  presupuestario antes de las elecciones de 2014 también debería haberse abordado en el marco de las violaciones legales en el sistema jurídico brasileño. Esta dicotomía en el campo jurídico y las reglas nacionales ha perjudicado la imagen internacional de Brasil.

El Senado de Brasil, con el esfuerzo del partido de derecha, consiguió sacar a Rousseff de la presidencia, pero los derechistas no obtuvieron suficiente voto para privar a Rousseff de la colaboración y participación política. Por esta misma razón, ella puede liderar las protestas políticas de sus partidarios, para llevar la estrategia de luchar desde el palacio presidencial a las calles.
 
La reducción del nivel del apoyo público y la credibilidad política de Rousseff en el último año ha estado bajo la influencia de la recesión del país. El partido brasileño de derecha, que venció al movimiento político de izquierda, busca ejecutar planes neoliberales. Sin duda, incluso con los nuevos planes neoliberales del presidente derechista de Brasil, Michel Temer, no existe ninguna perspectiva para solucionar  la recesión del país. También existe la probabilidad de que las protestas se intensifiquen.
A pesar de que el parlamento brasileño ha dado el voto de confianza a Michel Temer como el sucesor de Rousseff, pero al parecer él también se enfrenta con muchos obstáculos para llevar a cabo sus objetivos y sus planes económicos hasta las elecciones de 2018.

 
Justo tras su elección como nuevo presidente de Brasil, para reducir las preocupaciones provocadas, Temer enfatizó en un comunicado que el gobierno ahora no pretende suspender "los planes sociales y la lucha contra la pobreza del Partido de Trabajadores establecidos desde hace 13 años".
Enfatizó también que no pretende aumentar la edad de jubilación a 70 o 75 años. Tampoco pretende privatizar los campos petroleros ni tiene la intención de cambiar las leyes laborales.

 
Aunque hay muchas preocupaciones entre la gente sobre el futuro económico del país, se observan también signos de esperanza. Las acciones brasileñas han subido un poco, dejando atrás los años que según los analistas se consideraban como la peor recesión en Brasil.  
Como había pronosticado el FMI, el crecimiento económico de Brasil llegó a casi 0.5 por ciento en 2017 tras unos años de recesión.

No obstante, los economistas aun dudan de que este crecimiento económico pueda poner un camino frente al gobierno brasileño para superar la crisis económica y la recesión. En tal situación, teniendo en cuenta las demandas de la sociedad brasileña que, en los últimos 13 años, una gran parte de la clase baja ha avanzado a la clase media, será imposible regresar a la época anterior. La decisión del partido derecha para revisar los planes macroeconómicos ha sido lo contrario de las peticiones de los trabajadores y la clase media de la sociedad brasileña. Después de un breve período, y tras la desilusión de las clases sociales más bajas, este movimiento de protesta regresa  a la escena con una mayor fuerza.