Ene 22, 2018 07:51 UTC

Pars Today-En el programa anterior, revisamos el proceso de la caída del gobierno izquierdista en Brasil.

Explicamos cómo Brasil, durante la presidencia de dos mandatarios izquierdistas, Lula Da Silva y Dilma Rousseff, experimentó el crecimiento económico y la salida de la crisis de deuda.
Pero la crisis económica mundial redujo la tasa de crecimiento económico en ese país y los opositores, aprovechándose de los problemas provocados por la recesión económica y las acusaciones financieras contra Rousseff, en una medida considerada por los expertos políticos como golpe parlamentario, impidieron la continuación de la segunda ronda de su presidencia. En este programa, seguiremos con el mismo tema.
Las inquietudes del partido de la derecha y el Gobierno de Temer que se formó tras la retirada de los izquierdistas del poder, acaban de empezar.
La reacción de los espectadores brasileños en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Río, criticados casi por todos, fue la primera alarma para los nuevos gobernadores. Según las encuestas nacionales, el actual jefe del gobierno derechista en Brasil es el menos confiable político del país.
En la situación actual, la destitución de Dilma Rousseff y el traslado de sus tareas a Temer no sería un buen regalo para la derecha, y tal vez la única razón de su felicidad es sacudir los planes de la izquierda para regular el legado de 13 años del Partido Laborista en esa época de la historia.
Los nuevos planes de Temer son las previas experiencias experimentadas que causan brecha entre las clases sociales y la caída de la clase media, la misma que salió a las calles para gritar lemas en contra de Rousseff.
Este defectuoso ciclo se repite actualmente en todos los países en vías de desarrollo. Se pronostica que en esta etapa, la estructura política-social de Brasil, cambia el lugar del vencedor y el oprimido y esta vez, los opositores desfilan en las calles con la bandera roja.
El proceso de los avatares en Brasil y el fin de los 13 años de gobierno del partido de izquierda demuestran en si las contradicciones y los defectos sobre la legitimidad de los planes de dicho partido en Brasil. La primera pregunta que existe entre las corrientes izquierdistas internacionales versa sobre este tema que, en una estructura basada en la democracia burguesa, si una corriente de izquierda puede causar cambios básicos y fortalecer los procesos socialistas.
Sin duda, no hay una simple y preparada respuesta para esta pregunta, pero en el legado teórico y práctico de la izquierda marxista, se puede buscar ejemplos que justifiquen la posibilidad de la participación de la izquierda en la democracia liberal.
Como en Rusia, a comienzos del siglo XX, Vladimir Lenin, el mayor teórico revolucionario y el líder de la revolución soviética de 1917, presentó una hoja de ruta principal para lograr el socialismo mediante la participación en la etapa de la revolución democrático-burguesa.
La participación de los bolcheviques bajo el liderazgo de Lenin en la revolución democrático-burguesa de 1905 terminó en el derrocamiento del zarismo. En un período de 12 años, los bolcheviques, con la burguesía nacional, pusieron fin a la tiranía zarista y crearon una oportunidad ideal para organizar y preparar una revolución masiva, tomaron el poder en octubre de 1917 para los ideales socialistas.
En América Latina, hay ejemplos más variados sobre los efectos positivos de la entrada del partido izquierda en países como Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Venezuela, Nicaragua y Bolivia. Según las entidades e instituciones internacionales, el resultado del aumento del poderío de la izquierda en esos países fue la notable reducción del nivel de la pobreza y la disminución de la brecha social entre las clases acompañada con la democratización de la sociedad.
Quizá su mejor ejemplo histórico sea el gobierno socialista de Salvador Allende en Chile en la década de 1970, el cual fue derrocado por un golpe militar del general Augusto Pinochet y la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU, la CIA. Los grandes logros a corto plazo de Allende siempre permanecerán como un modelo de desarrollo nacional independiente en la mente de los pueblos de América Latina y el mundo en vías de desarrollo, y se convirtieron en la clave de la transformación y la democratización de estas sociedades. No se puede ignorar los logros de más de una década del gobernante Partido de los Trabajadores en Brasil, incluso con el derrocamiento de Dilma Rousseff del poder.
Pero, ¿por qué la gobernación del partido de izquierda en Brasil, en este periodo de  la historia de este país, ha sido derrotada como resultado de la intensificación del descontento público y el resurgimiento de la derecha y el neoliberalismo? Una parte de la respuesta es una movilización integral de los rivales políticos y el apoyo externo contra la gobernación de la izquierda, pero otra importante parte de esta respuesta reside en la forma de gobernanza de los izquierdistas en un sistema basado en la democracia burguesa.
Básicamente, el periodo de la presidencia de Lula da Silva y Dilma Rousseff ha sido en una estructura, basada en el sistema neoliberal mundial. El partido de Izquierda y los líderes, antes de tener la posibilidad de cumplir con un sistema socialista, entraron en el ámbito del poder.
Esta política reformista del partido de izquierda Democrática consiguió convertir a Brasil en una gran potencia recién surgida en esa época, y avanzar a más del 30 por ciento de la población de los pobres a la clase media. Los trabajadores brasileños que hasta antes del gobierno de Lula Da Silva, gozaban de los menores derechos sindicales, en esta época consiguieron potenciar las instituciones sindicales e imponerse a una parte del sistema del poder y a las decisiones en las instituciones industriales y de servicio. En tal condición, hay que buscar el talón de Aquiles de la izquierda y el gobierno de Dilma Rousseff, que se expuso fácilmente al latido de sus oponentes políticos y fue retirado del poder.
La izquierda democrática de América Latina mantiene el poder en el marco del sistema capitalista. Si bien en países como Venezuela, al contrario de Brasil y Argentina, la continuación del poderío del chavismo bajo el título de la revolución bolivariana limitó hasta un cierto nivel el poderío de las entidades burguesas, pero incluso en esos lugares la clasificación social y económica aún se basa en el sistema capitalista.
 
En esta etapa, casi todos estos gobiernos populistas, se han enfrentado con problemas estructurales, y se ha expandido la insatisfacción por su desempeño entre las masas.
La raíz de estos problemas reside en algo más importante. Básicamente, estos gobiernos concentran sus planes en el desarrollo económico, la distribución equitativa de los recursos y la riqueza nacional, brindar baratos servicios a los sectores privados, la promoción de la sanidad y la educación pública y en general, proveer el bienestar social para el público.
 Este gran volumen de los planes basados en la justicia en sociedades clasificadas por el sistema de las clases sociales es difícil. Estos objetivos se cumplen solamente  en condición de que el crecimiento económico y los recursos del ingreso del gobierno sean favorables. Desde Venezuela hasta Argentina, y desde Bolivia hasta Brasil, hasta que continúe el proceso del desarrollo económico, el gobierno basado en el bienestar podría cumplir con sus promesas. En estas comunidades, la crisis sale del control cuando el círculo económico sufra de una crónica y prolongada recesión. La aparición de restricciones y presiones sobre las clases bajas que acaban de sabotear el dulce sabor del bienestar y, además, se han vuelto más conservadores en comparación con el pasado, convirtió a una gran parte de la base social partidaria del Gobierno en opositores políticos.
Algunos expertos creen que cuanto más la gente en América Latina se arroje por debajo de la línea de la pobreza durante la soberanía del partido neoliberal, se vuelve más hacia los izquierdistas. Los expertos dicen que los latinoamericanos, cuando debido a los esfuerzos y los planes de los izquierdistas llegan a un bienestar y se cambia su clase social, se acercan a los conservadores a fin de preservar estos logros.
Los derechistas gobernantes en Brasil desde el principio mostraron su hostilidad hacia las reformas populares de los gobiernos del ex presidente Lula Da Silva y su sucesor. Dado que la recesión y los problemas económicos en Brasil han sido provocados principalmente por la recesión de la economía mundial y la crisis transnacional, entonces continuará en un futuro cercano.
Por lo tanto,  no se puede esperar una perspectiva de la prosperidad económica y el cumplimiento de las demandas de los brasileños insatisfechos. Temer ha llegado a la conclusión de que la única solución  es regresar al plan de la "austeridad económica" y eliminar muchas subvenciones otorgadas por el gobierno a las clases bajas de la sociedad. Dilma Rousseff fue depuesta mientras que aún continúa la crisis económica dentro del país.
La destitución de Rousseff también ha tenido un impacto negativo en dimensiones extranjeras y sobre la posición del país como uno de los miembros más influyentes del Grupo de países emergente llamado  BRICS que integran: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Como se esperaba, Brasil, dirigido por la derecha, se acercó a Estados Unidos. Como es habitual en los países en vías de desarrollo, que gozan de la burguesía nacional y las industrias medianas, la entrada de capital estadounidense está acompañada con planes neoliberales.
Estos programas ponen en peligro el actual sistema de bienestar y la condición de vida de las clases baja y media. La consecuencia será el aumento y el agravamiento de las protestas masivas, acusando esta vez a los nuevos gobernantes derechistas. Por lo tanto, es posible que la retirada de la Sra. Rousseff sea un punto positivo para el partido de la izquierda en Brasil, para que los derechistas entren en una prueba en la que deben demostrar su capacidad para cumplir con las demandas populares.