Nov 20, 2017 07:51 UTC

En el programa anterior, revisamos los factores internacionales que afectan el declive de los izquierdistas sudamericanos. En el programa de hoy, nos dedicaremos a estudiar los ejes y las áreas de hostilidad estadounidense con los líderes izquierdistas latinoamericanos.

En las recientes relaciones de los países latinoamericanos con Washington, se han identificado varios puntos sensibles que definen las áreas de la hostilidad. Estas áreas de hostilidad son las fuentes de nuevos incidentes y conflictos entre los partidos políticos latinoamericanos bajo la influencia de Estados Unidos con los gobiernos izquierdistas de la región. Como ejemplo, se puede indicar a los movimientos para derrocar  a los gobiernos así como los disturbios callejeros.

 

Los líderes latinoamericanos creen que EE.UU aun no reconoce la posición de su movimiento popular y continúa con sus esfuerzos para restablecer a las fuerzas anteriores.

 

Los liberales bajo la influencia de EE.UU  en la última década, y en varias etapas, aplicaron algunos métodos de derrocamiento y golpe de estado para cambiar el sistema político, el más reciente fue en 2010 el de las fuerzas dependientes a EE.UU contra uno de los  más conocidos líderes revolucionarios latinoamericanos en Ecuador, país en donde un economista educado en EE.UU, pero izquierdista, Rafael Correa, fundó un movimiento anticapitalista y llegó a la presidencia del país.

 

Los agentes de seguridad de Ecuador, apoyados por los ricos del país, diseñaron el golpe. Al inicio de esta operación, quemaron llantas de autos para ocupar el Aeropuerto Internacional de Quito, capital de Ecuador. Este golpe de estado nocturno no fue la prueba más difícil para el represente de los izquierdistas en el gobierno ecuatoriano.

Rafael Correa, inspirado por Hugo Chávez, no se retiró ante los golpistas. Debido a su resistencia, los soldados leales a él se enfrentaron con las fuerzas rebeldes de la policía,  y al final, volvió a su puesto como presidente de Ecuador.

 

La confrontación de la derecha con los movimientos de izquierda de América Latina no se limita a Ecuador. Los líderes de los países de Venezuela y Bolivia, que son conocidos como los brazos de la revolución bolivariana, todavía están involucrados en luchas callejeras con grupos opositores respaldados por el Occidente. Dos países que dieron el último paso para nacionalizar las industrias, las minas y la energía y cesar el monopolio de las empresas occidentales, en los últimos años y al menos en dos ocasiones, han sido testigos de la salida  de grupos pro occidentales a las calles. El auge de estos enfrentamientos fue cuando en 2007, Hugo Chávez, el extinto presidente venezolano, aprobara el plan para aumentar la autoridad del presidente en el Parlamento. La Oposición Liberal venezolana, apoyándose en los medios de comunicación y las propagandas, celebró una manifestación masiva contra Chávez, pero  finalmente, se vio obligada a retirarse tras haber sido vencida  por los partidarios del presidente. La oposición, apoyada por los Estados Unidos, continuó con sus protestas durante la presidencia de Maduro.

Se puede encontrar otra área de la hostilidad de los EE.UU contra los izquierdistas latinoamericanos en los conflictos territoriales en esta región. El ejército y las fuerzas militares en los países latinoamericanos son poderosos actores que durante décadas han definido las ecuaciones políticas de esta zona.

Por lo que EE.UU ha invertido bastante en la estructura militar y el entrenamiento de sus oficiales. Actualmente, en algunos de estos países, los generales protegen los intereses del bloque occidental. Mientras tanto, dos factores de la historia y la sociedad han llevado al ejército a aprovechar al máximo de los avatares de la región. Uno de estos es el fenómeno del contrabando en América Latina y el otro factor es la existencia de disturbios y la actividad de insurgentes tribales y rebeldes en los países de la región.

 

Actualmente, estos dos fenómenos en países como Colombia, México y Argentina han terminado en la formación de relaciones complicadas entre los Estados Unidos y las fuerzas de seguridad de estos países, incluidos la policía y el ejército. Una de las cosas más preocupantes ocurrió en la frontera entre Colombia y Venezuela. Durante muchos años, Colombia, dirigida por Álvaro Uribe, se consideraba como un amigo cercano de la Casa Blanca y como la base más importante de EE.UU en el territorio izquierdista de América Latina.

 

Colombia, durante el gobierno de Uribe, avanzó hasta un enfrentamiento militar con Venezuela bajo el pretexto de las relaciones cercanas de las guerrillas izquierdistas de las FARC. Incluso con la firma de un acuerdo de seguridad con los Estados Unidos para transferir siete bases militares a Washington, Uribe  provocó la ira de los líderes venezolanos y brasileños.

En las elecciones colombianas, Chávez expresó su preocupación por la victoria del representante de los derechistas, Juan Manuel Santos, y este mismo asunto, con las provocaciones de las partes estadounidenses, terminó en el surgimiento de tensiones entre Santos y Chávez. A pesar de la firma de un acuerdo al cese el fuego por el difunto líder venezolano Hugo Chávez, tras su reunión con Santos, pero la frontera colombiana con Ecuador y Venezuela aún sufre de sucesos como conflictos militares.

 

La guerra diplomática y la expulsión de los diplomáticos son otros ámbitos de hostilidad de EEUU con los gobiernos de izquierda en los países latinoamericanos. Una importante etapa de la lucha secreta entre el frente de los prooccidentales y los sistemas revolucionarios latinoamericanos se observa en las relaciones de los diplomáticos.

 

Las embajadas estadounidenses en estos países siempre actúan como contrapartidas antiizquierdistas. La política de la intervención de las embajadas estadounidenses más que cualquier otro país se observa en dos puntos principales de América Latina, es decir  Venezuela y Bolivia, países dirigidos por los izquierdistas.

El difunto presidente venezolano Hugo Chávez, durante su presidencia expulsó al embajador de EE.UU en Venezuela, Patrick Duddy,  durante la presidencia de George W. Bush. Chávez había dicho que no se le permitiría al embajador estadounidense a regresar a Caracas hasta que la Casa Blanca respetara a los pueblos latinoamericanos.

 

Durante la presidencia de Barack Obama en los Estados Unidos, los latinos aún estaban pesimistas respecto a Washington. La confrontación de Chávez con el Frente Liberal fue conllevada hasta el Departamento de Estado de EE.UU., bajo la administración de Hillary Clinton.

 

El auge del conflicto fue cuando Chávez firmó el primer tratado nuclear latinoamericano con Rusia, después de su visita al Kremlin y luego, el viaje de Medvedev y Putin a Caracas. La Casa Blanca no pudo ocultar su enojo por el evento. Barack Obama al principio tomó una dura posición contra el lado ruso. Después de su fracaso en disuadir a Moscú de tomar esta decisión, pidió a Medvedev a que firmarme el acuerdo bajo la condición de prohibir a Venezuela de acceder a las armas nucleares. Chávez, en represalia por la intervención de EE.UU, expulsó al embajador estadounidense. La mayoría de los líderes latinoamericanos estuvieron al lado de Caracas en la "Guerra de las Embajadas" desencadenada entre Chávez y los Estados Unidos.

 

Los tensos eventos de Caracas se repitieron plenamente en La Paz, la segunda capital de los izquierdistas en América Latina. Los grupos opositores al gobierno de Evo Morales, que controlan  4 provincias ricas del norte de Bolivia, en oposición a su decisión para dividir la riqueza y la nacionalización de los recursos económicos del país, salieron a las calles,  pero el apoyo de la mayoría, el 60 por ciento de los pobres indios en Bolivia hizo que el gobierno izquierdista del país superara la crisis de los disturbios en Bolivia. Morales también consideró a  Philip Goldberg, embajador de Estados Unidos en La Paz, como responsable de disturbios y lo expulsó de su país.

En reacción a los disturbios, el presidente boliviano anunció que como representante del movimiento de los campesinos indios, nunca se rendirá ante los EE.UU que pretende derrocar a los sistemas anticapitalistas a través de la táctica de la guerra urbana.

 

La imposición de sanciones es otra área que representa la hostilidad de los EEUU contra los gobiernos izquierdistas latinoamericanos.

 

Los Estados Unidos ya habían recurrido a las sanciones para avanzar sus objetivos hegemónicos en América Latina, antes de imponerlas en Medio Oriente y en contra de Irán o el gobierno sirio.

 

El régimen de sanciones fue tan profundo en la diplomacia de la Casa Blanca, que Barack Obama, a pesar de sus constantes promesas, no consiguió ajustarlo. Los latinoamericanos consideran las sanciones de los Estados Unidos en su contra como una clara señal de la continua "hostilidad" de dicho país hacia el continente sudamericano.

 

La teoría del boicot también influyó de otra manera a la actitud de los líderes izquierdistas latinoamericanos respecto a los Estados Unidos. Las sanciones se concentraron en Cuba, ya que La Habana y Fidel Castro, el difunto líder de este país, fueron considerados como referencias de muchos de los movimientos izquierdistas en el mundo, especialmente en América Latina.

 Es por eso que muchos países, entre ellos países latinoamericanos, hicieron un gran esfuerzo para suspender o cancelar las sanciones contra Cuba. Finalmente, después de muchos años de esfuerzos, Cuba, en 2016, alcanzó atraer en la Asamblea general de las Naciones Unidas el voto a favor de 191 países y aprobar el borrador de una resolución cuyo objetivo fue acabar con cinco décadas de sanciones contra Cuba. Los Estados Unidos y el régimen sionista, se abstuvieron de votar.