Nov 22, 2017 08:05 UTC

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, regresó a la Casa Blanca la semana pasada después de una gira de 12 días por el este y sudeste de Asia y calificó el viaje de un gran éxito para su país.

Mientras algunos expertos consideraron que Estados Unidos no solo no alcanzó sus objetivos con esta visita sino que dejó la región a China. Además, en medio de las tensiones entre Washington y Pyongyang, el mandatario estadounidense llamó al líder de Corea del Norte "enano y gordo".

En otro acontecimiento importante de la semana pasada, la Cámara de Representantes de EE.UU. aprobó un paquete de recortes de impuestos a empresas e individuos, lo que pone a los republicanos, entre ellos a Trump, más cerca de conseguir la mayor reforma tributaria en una década.

Asimismo, la semana pasada, por primera vez en décadas, legisladores estadounidenses están examinando la autoridad nuclear que tienen los presidentes estadounidenses y, en particular, si Trump podría ordenar un ataque nuclear preventivo contra Corea del Norte.

La semana pasada, también, los escándalos morales hicieron caer en picado a más políticos estadounidenses. Luego de una controversia sobre el escándalo que involucra a Roy Moore,  candidato republicano en las elecciones al Senado por Alabama, le tocó el turno el senador demócrata Al Franken, quien fue acusado de haber abusado sexualmente de una mujer cuando aún no ocupaba el cargo legislativo.

Además la semana pasada otra mujer estadounidense acusó al expresidente George Bush (1989-1993) de tocamientos inapropiados cuando estaba al mando del país.

En cuanto a los escándalos políticos, la semana pasada, Trump se vio obligado a retirar su punto de vista acerca del presidente ruso Vladimir Putin bajo la fuerte presión de los disturbios antirrusos en  Estados Unidos.

Luego de una breve conversación con Putin en el marco de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por su sigla en inglés), celebrada en Vietnam, Trump afirmó que puede creerle a su homólogo ruso, cuando este dice que su gobierno no interfirió en las elecciones estadounidenses del año pasado; sin embargo, unas 24 horas, el mandatario norteamericano dijo creer en la información de las agencias de su país que señalan como verdadera la injerencia electoral de Rusia en 2016.

 

La semana pasada la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó la propuesta de reforma fiscal impulsada por el presidente, Donald Trump, que promete profundos recortes de impuestos para trabajadores y empresas. Los republicanos se impusieron en la Cámara Baja por 227 votos a favor y 205 en contra. El plan, que aún debe votarse en el Senado para su aprobación definitiva, incluye una bajada del impuesto de sociedades que pagan las empresas del 35 al 20 % y reduce de los siete actuales a cuatro los tramos impositivos.

"La reforma de la legislación fiscal de EE. UU. es lo mejor para el mundo", dijo el presidente del Consejo Asesor Económico de la Casa Blanca, Kevin Hassett. Sin embargo, según el periódico New York Times, si este proyecto sobre impuestos republicano se convierte en una ley, para 2026, casi la mitad de los hogares de clase media serán gravados. Otras estimaciones independientes también han demostrado que una minoría significativa de contribuyentes de ingresos medios pagará más impuestos con el plan fiscal republicano que con el actual.

Los recortes de impuestos son considerados claves por los republicanos para sus expectativas de  mantenerse en el poder tras las elecciones legislativas de noviembre de 2018. Hasta el momento, los republicanos no han tenido grandes victorias legislativas, pese a que controlan la Casa Blanca y el Congreso.

El proyecto de ley de la Cámara de Representantes, que se cree que ampliará el déficit federal en casi 1,4 billones de dólares en 10 años, reduciría las bandas impositivas de siete a cuatro y bajaría la tasa del impuesto a las empresas del 35 al 20 por ciento.

Pero los críticos dicen que los planes de bienestar serán abandonados al reducir los ingresos del gobierno, y los pobres y vulnerables finalmente serán sacrificados, así como también se sumarán a la riqueza de los súper ricos.

 

La polémica sobre los abusos sexuales está especialmente candente en el Congreso estadounidense. Recientemente se presentaron denuncias contra Roy Moore, un candidato republicano al Senado por Alabama acusado de haberse aprovechado de varias adolescentes hace unas cuatro décadas.

Pero en un nuevo caso, otro senador, el demócrata Al Franken, está implicado en una denuncia de abuso sexual, en medio de una ola de escándalos similares en EE.UU.

Una comentarista de deportes de radio de Los Ángeles acusó el jueves al congresista por Minnesota Al Franken de “besarla por la fuerza” y de posar para una foto con las manos sobre sus senos mientras dormía en una gira en 2006, cuando el político era un humorista famoso y ambos se dirigían a entretener a las tropas estadounidenses en Oriente Medio.

Franken, que llegó al Senado en 2009 y fue reelegido en 2014 para un segundo mandato de seis años, ha respondido en un comunicado a las acusaciones. Alega que no recuerda los hechos “de la misma forma” que la denunciante, aunque después ofreció una disculpa.

Chris Cillizza, el editor de CNN señala en una nota que aborda la corrupción moral y política: "Ahora hay una brecha moral generalizada en los Estados Unidos".

Este vacío moral se ha expandido tanto que George W. Bush, el cuadragésimo primer presidente de Estados Unidos, ha sido acusado de acoso sexual por ocho mujeres. Acusaron al exmandatario de haber cometido acoso sexual durante su mandato y después.

Por supuesto, Bush ha negado todas estas acusaciones. Pero en la actual atmósfera en Estados Unidos, donde los políticos y figuras cinematográficas prominentes han sido acusados de acoso sexual, los señalamientos contra Bush, de 93 años, también son creíbles para una gran parte de la opinión pública.

La lista de altos cargos políticos estadounidenses vinculados con acoso, agresiones o abusos sexuales es muy larga. Como ejemplo se puede señalar al actual presidente de EE.UU., Donald Trump, el expresidente Bill Clinton (1993–2001) y el juez del Tribunal Supremo Clarence Thomas.

 

La semana pasada, por primera vez en décadas, legisladores estadounidenses están examinando la autoridad nuclear que tienen los presidentes estadounidenses y en particular si el presidente Donald Trump podría ordenar un ataque nuclear preventivo contra Corea del Norte.

El martes pasado, testificaron ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado altos exfuncionarios del Pentágono, quienes dijeron que Trump, como los presidentes antes que él, tiene absoluta y unilateral autoridad para ordenar un ataque nuclear en represalia, pero no un ataque nuclear preventivo.

En la reunión, el senador demócrata Chris Murphy dijo que teme que la decisión del presidente para  emitir un ataque nuclear se base en una tontería.

Trump manifestó en los últimos meses que si Corea del Norte vuelve a amenazar al país norteamericano con su programa nuclear, Washington responderá con "fuego y furia" sin precedentes, o "no tenemos más remedio que la destrucción completa de Corea del Norte".

El presidente de Estados Unidos puede emitir una orden de ataque nuclear en virtud de poseer el código de seguridad del arsenal nuclear del país, el mismo que se activará en seis minutos.

Usar solo una fracción del arsenal nuclear estadounidense destruirá el planeta y toda la vida. Actualmente, la preocupación por el estado del arsenal de Estados Unidos ha crecido con los comportamientos apresurados, impredecibles y emocionales de Donald Trump.

La preocupación emana porque Trump ha traspasado las fronteras políticas convencionales y, al enviar mensajes frecuentes a traves de Twitter, a veces contradictorios, ha creado muchos problemas en la relación política de Washington con los demás

Finalmente, la semana pasada, los medios publicaron varios informes que destacan la disminución en la calidad de vida del pueblo estadounidense ante las mentiras de Donald Trump y el alto costo de la violencia armada en el país.

El Instituto Gallup anunció los resultados de la investigación la semana pasada que la calidad de vida de los estadounidenses en 2017 fue menor que el año pasado.

La salud física y financiera, la satisfacción con el lugar de residencia, el disfrute del trabajo y la naturaleza de las relaciones con familiares y amigos, fueron indicadores de bienestar y satisfacción en esta encuesta.

Según la encuesta, el bienestar de los estadounidenses en este año ha sido de 61, mientras que el año pasado fue del 62 %, según las estadísticas de Gallup, esto se considera la caída anual más alta desde 2008 al  respecto.

El periódico Independent, publicado en Londres, en un análisis, escribió que aunque 2016 fue el peor año para el pueblo estadounidense, dada la elección de Donald Trump para la presidencia y la campaña tumultuosa, la encuesta de Gallup muestra que la prosperidad y la comodidad en 2017, han estado cayendo significativamente en el país estadounidense.