Jul 11, 2019 07:51 UTC

En la edición de hoy criticamos las políticas anti-migración de EEUU en relación con la separación de los hijos de sus padres.

Varios millones de personas en todo el mundo huyen de su patria por diversos motivos, como la guerra, la inseguridad y las inadecuadas condiciones económicas y, bajo la premisa de que en otros países contarán con apoyo y seguridad, viajan a diferentes países del mundo. La mayoría de los migrantes son de países que están en guerra o enfrentan conflictos internos que ponen en serio riesgos su vida. Además, casi todos tienen como destino países occidentales, especialmente EEUU; por tanto, se espera que el Gobierno estadounidense brinde protección y apoyo a los refugiados y migrantes, y promueva una respuesta regional integral a favor de este colectivo.

En América del Sur, las políticas hostiles de EEUU contra Venezuela y el establecimiento de duros embargos económicos contra este país han propiciado condiciones inadecuadas para el pueblo, lo que ha provocado que más de 4 millones de venezolanos emigren a otros países de la región, tanto dentro de América del Sur y hacia América del Norte especialmente, EEUU. No obstante, las políticas hostiles del Gobierno estadounidense hacia los refugiados y migrantes han creado una situación horrible para ellos. Entre los refugiados que se dirigen hacia las fronteras de EEUU, los niños son los que sufren las condiciones más terribles. Estos niños son separados de sus padres y otros familiares y detenidos en cárceles fronterizas en condiciones muy inadecuadas.

En base a un informe de Human Right Watch (HRW) —Observatorio de los Derechos Humanos—, un reportero de esta organización da a conocer que ha visto a un pequeño de tres años con el cabello enmarañado, tos seca, pantalones embarrados y que se le cerraban los ojos del agotamiento. La única persona a su cuidado en las últimas tres semanas, transcurridas primero en una jaula de alambrado y luego en una celda, no había sido otro que su hermano de 11 años.

Los dos niños cruzaron hacia EE. UU. con un tío, de 18 años, a fines del mes de mayo, contó el hermano mayor, al tiempo que el pequeño se durmió sobre dos sillas de oficina. Fueron separados de su familiar adulto y enviados al centro de la Patrulla Fronteriza de Clint, un puesto de avanzada cerca de El Paso, Texas, que hasta ayer alojaba a cerca de 250 niños y niñas migrantes no acompañados o separados de sus familias.

Este, conforme el enviado de HRW, ha sido solo un ejemplo entre las muchas conversaciones con niños y niñas que mantuvieron como parte de un equipo de abogados y médicos que evalúa las condiciones en las que se encuentran los niños y las niñas en los centros fronterizos estadounidenses, incluido el de Clint. Desde ese momento, agrega que están denunciando encarecidamente las circunstancias devastadoras y abusivas que observaron.

Según las leyes estadounidenses, un niño no puede permanecer más de unas horas en las cárceles fronterizas. Estas detenciones deben ser cortas y solo bajo condiciones especiales determinadas por las leyes del país norteamericano. La legislación estadounidense limita su detención en condiciones normales a 72 horas. Sin embargo, muchos de los niños y niñas que entrevistamos en Clint habían estado allí tres o cuatro semanas.

 La Patrulla Fronteriza afirma que la gran afluencia de personas que llegan a través de la frontera está causando estas demoras, mientras esperan que se generen espacios en los centros de detención y los albergues gestionados por la Oficina de Reubicación de Refugiados del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, que supuestamente son más acogedores para los niños y las niñas. Sin embargo, según ha comprobado el representante de HRW durante sus entrevistas es que los funcionarios no estarían realizando gestiones para que se entreguen los niños y las niñas a personas cercanas que se puedan encargar de ellos (muchos tienen familiares en EEUU) en vez de retenerlos durante semanas en celdas atestadas, donde duermen sobre pisos de cemento. Casi todos los niños que participaron en las entrevistas dijeron que no tenían ninguna relación con sus padres y se encontraban en condiciones entre la desesperanza y la depresión. La inacción de las autoridades fronterizas para solventar este problema ha generado que los niños pasen semanas en jaulas sobrepobladas donde duermen incluso en el suelo.

Mientras tanto, se está gestando una emergencia de salud pública. Aunque el equipo de la organización pro derechos humanos no tuvo permiso para hablar con niños y niñas que se encontraban en cuarentena en celdas especiales en Clint destinadas a quienes tienen gripe, recientemente, varios niños pequeños retenidos en instalaciones del sur de Texas fueron internados en hospitales, luego de que intercedieran médicos y abogados. En Clint, diversos niños informaron que no tienen acceso periódico a duchas o prendas de vestir limpias, y algunos manifestaron que no se les había permitido bañarse por semanas y que no siempre tienen acceso a jabón. El Gobierno de EEUU manifestó que su obligación es brindar condiciones “seguras e higiénicas” lo cual no exige brindar a los niños artículos de higiene como jabón o cepillos de dientes.

Además, muchos de los niños y las niñas en el establecimiento de Clint son demasiado pequeños para lavarse o alimentarse por sí solos, y pese a esto deban valerse por sí mismos, sin otra ayuda más que la de otros niños más grandes con los que no tienen vínculos familiares. Los niños y las niñas detenidos contaron sobre un bebé de apenas seis meses que estaba siendo cuidado por un adolescente con el que no tenía un nexo familiar, debido a que su madre se encontraba en el hospital. También informaron sobre una niña de 15 años que se ocupaba de una pequeña de dos años que estaba enferma, con la que no tenía vínculo alguno, que había sido separada de su familia.

Por su parte, la Dra. Ewen Wang, pediatra de urgencias en Stanford que participó en el equipo de HRW, dijo que si un niño se presentara en su servicio e informara este tipo de trato, se vería obligada a denunciar el caso como abandono infantil. La semana pasada, el equipo de seguimiento identificó a una madre adolescente, que se encontraba en silla de ruedas tras haber sido sometida poco antes a una cesárea, y a su bebé prematuro en una cárcel de la Patrulla Fronteriza en el sur de Texas. (Ambos fueron transferidos posteriormente a un albergue).

Las condiciones observadas por Human Rights Watch coinciden con otras visitas anteriores sobre los perjuicios que enfrentan los niños y las niñas al estar detenidos en dependencias de la Patrulla Fronteriza, pero ahora estos efectos se acumulan a lo largo de semanas, en vez de días. De acuerdo con la organización, el Congreso estadounidense debería actuar con urgencia para investigar y tomar medidas que pongan fin a estos abusos inadmisibles, como exigir que los organismos inmigratorios liberen a estos niños y niñas tan pronto como sea posible y los entreguen a sus familiares.

P/MK/NL

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