La posición de la mujer en el Occidente (9)
Oct 28, 2019 07:49 UTC
ParsToday – En la novena parte del espacio titulado “Posición de la mujer en el Occidente”, vamos a destacar las realidades del empleo de la mujer en los países occidentales.
Uno de los criterios que se toma en cuenta con respecto a la posición de la mujer en diferentes países es su presencia en diversos empleos. Esto sirve a menudo para definir la identidad política de las féminas en todos los países por igual y sin importar las diferencias culturales, políticas y económicas de las sociedades. También a veces, en las crisis políticas, los países occidentales utilizan el tema del empleo de la mujer para presionar a ciertos gobiernos, especialmente de los países islámicos. Mientras, lo que presenta el Occidente como indicadores del progreso de la mujer es solo la aparente presencia de un número determinado de mujeres en algunos cargos, la verdad es que, durante este período de transición, la mujer occidental ha estado sometida a una doble opresión, y el único beneficio del capitalismo para las mujeres ha sido empleos con mínimos sueldos. En el programa de hoy, vamos a hablar más al respecto. Quédense con nosotros.
El empleo de la mujer fuera del hogar, como los otros fenómenos sociales, ha evolucionado en diferentes períodos de la vida humana. Desde tiempos antiguos, las mujeres han trabajado, junto a los hombres, en los sectores de la agricultura, la ganadería, la artesanía e incluso en el ejército, además de las tareas domésticas. En las épocas en que la familia se consideraba una unidad económica, el papel productivo de la mujer se realizaba en el hogar o cerca del mismo y formaba parte de los quehaceres domésticos y, naturalmente, la mujer no cobraba sueldo a cambio. Con la aparición de la Revolución Industrial en Europa Occidental, surgieron cambios importantes en la forma y el concepto del trabajo, y la actividad económica de la mujer se trasladó de la casa a la fábrica.
La Segunda Guerra Mundial y la muerte de millones de hombres de la sociedad europea condujeron a la eliminación de la fuerza laboral y al aumento de los sueldos de los hombres que aún seguían trabajando en las fábricas. Por eso, los capitalistas europeos fueron estimulados a utilizar una mano de obra más barata con la misma rentabilidad que los hombres. En esa época, las mujeres que trabajaban en las fábricas, con más de 12 horas de trabajo, cobraban un tercio menos que los hombres, lo que animaba a los empleadores a preferir contratar a mujeres. Así fue que el empleo de las mujeres occidentales y lo que ganaban se interpretaron como elementos de la libertad femenina. Will Durant, filósofo e historiador estadounidense, se refiere a este asunto en su libro ‘Los placeres de la filosofía’ así: “La emancipación de la mujer fue un incidente de la Revolución Industrial”.
Muchos investigadores coinciden en que el aumento de la participación de la mujer en la actividad económica se debió a la apremiante necesidad de las sociedades industrializadas de mano de obra barata, no a querer elevar la posición y dignidad del colectivo femenino. Desde el comienzo de la Revolución Industrial, las mujeres trabajan en distintos campos económicos, pero el trato del Occidente con ellas nunca se ha basado en la igualdad entre hombres y mujeres. Esto es un hecho que confirman las estadísticas oficiales de organizaciones nacionales e internacionales. Muchas evidencias demuestran que, en lo que se refiere a sueldo y calidad del trabajo, las mujeres occidentales son inferiores a los hombres.
En un informe publicado en 2015 sobre el estado de trabajo de la mujer en los países occidentales, la Agencia las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, también conocida como ONU Mujeres, precisa que hoy por hoy ha aumentado el número de las mujeres en distintas ocupaciones, pero la mayoría de ellas tienen empleos secundarios y parciales, y los trabajos importantes y con altos sueldos son generalmente monopolio de los hombres. Según las cifras facilitadas por la ONU Mujeres, la tasa de la participación femenina en la fuerza laboral en América del Norte, Canadá y Australia asciende al 64 %, en Europa occidental al 62 % y en Europa central y oriental al 50 %. No obstante, en total, el 63 % de las mujeres trabajadoras tiene trabajos de bajo nivel.
Esta es una realidad que se ha corroborado en un informe publicado recientemente sobre algunos países. De acuerdo con este informe, los 20 mejores empleos para las féminas empleadas en EE.UU. son los siguientes: secretaria, cajera, directora de ventas internas, supervisora de ventas, enfermera oficial, auxiliar de enfermería, maestra de escuela, bibliotecaria, empleada de contabilidad, mesera de restaurante, vendedora de piezas, recepcionista de hotel, contadora, telefonista, cocinera, inspectora, limpiadora, empleada de fábrica, peluquera y operadora de máquinas textiles. De igual forma, en Alemania, más del 70 % de las mujeres trabajan en rangos inferiores y, a menudo, en el sector de servicios. El 73 % de los servidores a tiempo parcial en las universidades y escuelas secundarias de Alemania son mujeres. Solo el 3,2 % de los ejecutivos de las grandes empresas y el 5,5 % de los directores de las empresas medianas de ese país son del sexo femenino. Además, de los 13 153 miembros de las juntas directivas de las empresas de alto nivel de Alemania, solo 496 son mujeres, entre las cuales no hay ninguna que sea miembro de la junta directiva. Similar discriminación también se nota en Francia donde el número de las féminas como trabajadoras y empleadas es muy bajo: el 14,6 % y el 8,4 %, respectivamente. La mayoría de ellas tiene trabajos de tercer grado, como sirvientas y limpiadoras, que a menudo son a tiempo parcial y temporales.
Distintas fundaciones e instituciones occidentales afirman que no hay obstáculo para el progreso de la mujer. Pero la verdad es que pocas mujeres son promovidas, y aquellas que trabajan en puestos especializados y gerenciales cobran mucho menos que sus contrapartes masculinas. Este fenómeno se nota en todas partes, en institutos comerciales, fundaciones científicas, legales y médicas. En el Reino Unido, el sueldo promedio de las mujeres empleadas es mucho más bajo que el de los hombres. Aunque esta brecha ha disminuido un poco en las últimas dos décadas, las mujeres a menudo trabajan en empleos con sueldos más bajos. En ocupaciones similares, las mujeres siguen ganando, como promedio, menos que los hombres. Por ejemplo, las empleadas de oficina en el Reino Unido ganan el 60 % de lo que cobran sus homólogos masculinos, y las dependientas el 57 % del ingreso de los hombres en el mismo empleo.
La escritora estadounidense Marilyn French, en su libro ‘La Guerra contra las Mujeres’, se ocupa de las consecuencias dañinas del trabajo de la mujer en los países occidentales, especialmente en EE.UU., y proporciona información valiosa al respecto. A su juicio, en EE.UU., si bien el 55 % de las mujeres trabaja a cambio de sueldo, todas enfrentan discriminación. Otro autor, G. Derville, va más allá y, resumiendo en su libro ‘El capital’, semeja a la mujer empleada en las sociedades occidentales con un “animal de lujo o animal de carga” en las sociedades modernas.
La discriminación y los tratos violentos y de hostigamiento con las mujeres en el ambiente de trabajo han aumentado tanto en las sociedades industrializadas occidentales que han llevado a la Convención sobre la Eliminación de todas formas de Discriminación contra la Mujer a tomar medidas para prevenir esta creciente tendencia en varios artículos del Documento de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pekín en 1995, en particular en la sección “la mujer y la economía”, del artículo 150 al artículo 181. Además, advierte al mundo sobre la descontrolada propagación de la desigualdad y el acoso sexual contra las mujeres empleadas.
Por lo tanto, al echar un vistazo a la situación laboral de las mujeres en el Occidente, se puede descubrir que, contrariamente a las consignas que se dan en la sociedad occidental, la manera en que se mira a las mujeres y su empleo no es una mirada razonable ni proporcionada a su personalidad.
P/FE/NL
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