Dic 02, 2019 07:28 UTC

ParsToday – Queridos amigos, en la décimo cuarta parte del espacio titulado “Posición de la mujer en el Occidente”, les vamos a hablar de algunas realidades de la participación política de las féminas en los países occidentales. Quédense con nosotros.

Durante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pekín en 1995, la consigna "La mitad del mundo, la mitad del poder" fue elegida como una consigna global, y luego en el año 2000 los jefes de Estado de los países firmaron el documento "Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)", en el que consideraron la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer como un prerrequisito para alcanzar el cambio y superar los problemas económicos y políticos.
 
 Dicho documento establece que más del 30 por ciento de los escaños de las asambleas nacionales debe asignarse a las mujeres.  Pero las estadísticas muestran que la presencia de las mujeres en los cargos políticos sigue siendo sorprendentemente baja en la mayoría de los países, y que aún ocupan menos del 5 por ciento de los puestos políticos de alto rango. Lo mismo ocurre también con los países occidentales que no dejan de reclamar la igualdad de género. Estas estadísticas muestran que aún hay un largo camino por recorrer para lograr una verdadera igualdad de género en las estructuras oficiales de los países occidentales. En el programa de hoy vamos a enfocarnos en este tema.
 
Un repaso da a la historia muestra que los movimientos políticos y la participación de las mujeres occidentales en los asuntos sociales arrancaron en el siglo XVIII. Pero a fines del siglo XX y con la expansión del proceso de la globalización, especialmente de los movimientos feministas, las mujeres occidentales realizaron más esfuerzos para participar en la toma de decisiones. Desde 1945, en la mayoría de los países de Europa occidental, las féminas obtuvieron el derecho a votar y participar en las campañas electorales en igualdad de condiciones con los hombres. Las mujeres tuvieron éxito en la larga lucha por las libertades políticas, pero la lucha de ellas por ganarse una verdadera parte del poder político apenas comenzaba. Dos años después de que las mujeres pudieran ir a las urnas en el Reino Unido obteniendo más de treinta votos, la líder de la "Asociación de Mujeres de cooperativas" denunció la desigualdad de género en la participación política y, al respecto, dijo: "Siempre se afirma que, en los movimientos cooperativos, las mujeres disfrutan de los mismos derechos que los hombres. Por supuesto, la mayoría de las puertas están abiertas, pero todos los escaños están ocupados y las nueve décimas partes de la ley favorecen a los hombres, por lo que en la práctica las oportunidades no son iguales".
 
Asimismo, desde la década de los 70, los activistas feministas prestaron más atención a la naturaleza de las estructuras y las definiciones políticas. En su opinión, "la promulgación de leyes por sí sola no puede cambiar las suposiciones y creencias que dan continuidad al dominio de los hombres". Debido al predominio del machismo en las estructuras políticas, particularmente en los partidos con poder tradicional en el gobierno, no había deseo de participación política de la mujer y se intentaba limitar el número de representantes mujeres. Por ejemplo, la presencia femenina en el Parlamento francés, que era del 6,9 por ciento en 1945 debido al dominio de los partidos de izquierda, bajó al 1,6 por ciento en 1970 tras la ubida al poder de los partidos de religiosos en el país.
 
Desde finales de la década de los 80, se produjo un cambio fundamental en el proceso de la presencia femenina en la toma de decisiones políticas, pero aún queda un largo camino por recorrer. En el Reino Unido, por ejemplo, aunque la mayoría de los líderes políticos de los principales partidos son mujeres, las mismas que suelen estar en el cargo de primer ministro, pero la proporción de mujeres con respecto a hombres en cargos ejecutivos sigue siendo baja. El número de mujeres en el gabinete británico es menor que el de los hombres; en el Parlamento, el número de ellas es la mitad que el del sexo masculino. En EE.UU., solo seis estados tienen legisladoras, y 22 nunca han tenido representantes mujeres en el Senado. Mississippi es el único estado que nunca ha tenido una representante en el Senado, el Congreso y la Oficina de Gobernador. El estado de Colorado tiene el mayor número de mujeres a nivel de liderazgo estatal (de Estado), con una participación femenina del 42 por ciento, pero nunca ha tenido una gobernadora o una senadora. En las cámaras legislativas de Alemania (parlamentos federales y estatales), las mujeres ocupan solo del 11 % al 36 % de los escaños.
 
Según las estadísticas, solo los tres países europeos de Islandia, Suecia y Finlandia destacan entre los 10 principales países donde es alto el número de mujeres en el parlamento, mientras que las recientes cifras de la Unión Interparlamentaria (UIP) sobre la presencia femenina en los parlamentos de distintos países, ciertos países africanos pobres, incluida Ruanda, ocupan una posición mejor que la de algunos países europeos y EE.UU. en lo que se refiere a la participación de la mujer en la escena política. Según estas cifras, el porcentaje de la presencia de representantes mujeres en el país africano y pobre de Ruanda es incluso mayor que en los desarrollados países escandinavos y Suecia, que ocupaban el primer puesto a este respecto durante años. Después de Ruanda, Bolivia se sitúa en el segundo lugar con más del 53 por ciento de los escaños parlamentarios en poder de las mujeres. Cuba ocupa el tercer lugar con aproximadamente el 50 por ciento, Islandia el cuarto con el 47 por ciento, Nicaragua el quinto con el 46 por ciento, y Suecia el sexto con el 43 por ciento.
 
Desde luego, de acuerdo con Martin Chungong, secretario general de la Unión Interparlamentaria, la razón por la que el país africano de Ruanda lleva la delantera en este campo, son los cambios fundamentales en sus leyes y su estructura de gobierno, los cuales surgieron tras el genocidio de 1994. En esos cambios, la importancia de las mujeres en la participación política era muy destacada: el 30 % de los curules parlamentarios se les asignaron a ellas, cifra que ahora se ha elevado al 60%, ya que según Chungong, la "mentalidad" del pueblo ruandés ha cambiado. "Ya no es extraño que las mujeres ocupen importantes cargos políticos en Ruanda", afirmó el secretario general de la Unión Internacional.
 
Tal cambio no solo no ha tenido lugar en muchos países occidentales, sino que la visión negativa hacia las mujeres a veces se manifiesta en una forma fea. Por ejemplo, cuando en octubre de 2013 la diputada ecologista Véronique Massonneau intervenía en una sesión del parlamento galo, Philippe Le Ray, representante del partido derechista de la oposición, la interrumpió cacareando y diciendo que "esta mujer desfila como una gallina en el Parlamento". El cacareo es utilizado con frecuencia en Francia como un término despectivo para referirse a las conversaciones de mujeres. Este insulto también desató la indignación de los miembros del gabinete francés. La entonces ministra francesa de Cultura, Aurélie Filippetti, enojada por ese acto, lo tildó de "deplorable".  Filippetti dijo a la cadena BBC que la medida muestra que todavía hay muchos prejuicios y estereotipos de género contra las mujeres políticas y que algunos hombres no han aprendido a respetar a las mujeres en pie de igualdad.
 
Desde luego, se dan muchos casos de semejantes actitudes en los círculos políticos de las sociedades occidentales. Varios medios de comunicación europeos, incluidos la revista Politico y el diario Sunday Times, han publicado recientemente informes sobre docenas de casos de acoso sexual en el Parlamento. Lo denunciado por la canciller sueca, Margo Wallastrom, de que fue objeto de "acoso".
 
Según los expertos, también el nombramiento de unas cuantas mujeres occidentales para importantes cargos políticos se produjo en realidad porque no había una adecuada opción masculina. Por ejemplo, si David Cameron no hubiera renunciado a su cargo de primer ministro o si Boris Johnson, exalcalde de Londres y uno de los principales líderes del movimiento del Brexit (la salida del Reino Unido de la Unión Europea), hubieran mostrado su deseo de ocupar el puesto de primer ministro, tal vez este cargo nunca hubiera sido ocupado por Theresa May. Considerando estos hechos, ¿se puede decir que "la participación política de las mujeres occidentales se ajusta a la consigna de las Naciones Unidas en la conferencia de Pekín de 1995, es decir la mitad del mundo, la mitad del poder? ".
 
 
P/FE/NL

 

Tags