Nov 16, 2019 05:27 UTC

ParsToday - Cuando Obama ingresó a la Casa Blanca en 2009, el conflicto palestino-israelí seguía siendo uno de los desafíos en la política exterior estadounidense, especialmente en la región de Asia occidental. Antes de esto, aunque Washington había hecho grandes esfuerzos para lograr la llamada paz entre los palestinos y los israelíes, no solo no se resolvió la disputa, sino que se profundizó.

Uno de los principales obstáculos para los planes de Estados Unidos puede ser el apoyo total e incondicional de la administración de Bush a los actos terroristas del régimen israelí y el asesinato de los inocentes palestinos. El aumento de colonias judías en los territorios ocupados y el rechazo de Estados Unidos de reconocer el Estado palestino extendieron la disputa. En su campaña electoral, Barack Obama siempre criticaba las políticas de sus predecesores respecto a Asia occidental y, en particular, la causa palestina e insistía en la solución de este tema con un nuevo enfoque en su política exterior.
 
En la primera semana de su Presidencia, Obama realizó su primera entrevista con una televisión árabe y envió a un enviado especial a la región de Asia occidental para el conflicto palestino-israelí. Para cambiar la mirada de los musulmanes respecto a si mismo, criticó al régimen de Israel, especialmente sus acciones en la expansión de asentamientos. Pero la realidad es que cuanto más se acercaba a la segunda vuelta de su mandato, no solo disminuyó esta retórica política, sino que su administración se acercó más a la postura de este régimen y aumentó su apoyo a los sionistas. Obama, quien llegó al poder con la consigna de cambio, inicialmente pretendió adoptar un enfoque imparcial. Para lograrlo, tuvo que al menos reducir aparentemente su respaldo a los israelíes, pero se enfrentó a la oposición del lobby sionista en Estados Unidos, así como muchos políticos norteamericanos a favor del sionismo. Según una encuesta realizada en 2011, solo un 9 por ciento de los israelíes creía que la administración de Obama era más pro-palestina que pro-sionista.
 
Durante su primer día de trabajo como presidente de Estados Unidos, Barack Obama mantuvo el 21 de enero de 2009 contactos telefónicos con el primer ministro israelí, Ehud Olmert, y los líderes árabes Hosni Mubarak, el rey Malek Abdulá II y Mahmud Abbas donde insistió en su firme voluntad para una activa presencia en la materialización del plan de paz. Posteriormente, su entonces secretaria de Estado Hillary Clinton y él, emitieron una declaración conjunta al respecto y designaron a uno de los senadores más experimentados George J. Mitchell como el Enviado Especial de EEUU para la Paz en Medio Oriente. En varias ocasiones, Barack Obama expresó su oposición explícitamente a los asentamientos israelíes. El 5 de septiembre en su primer discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Obama declaró: “Estados Unidos se opone a la continuación de la construcción de asentamientos israelíes”. También, en un discurso realizado en junio de 2009 en la Universidad de El Cairo afirmó que “su administración no considera legítima la continuación de la construcción de colonias, ya que violan los acuerdos anteriores y socavan los esfuerzos para conseguir la paz. Ahora ha llegado el momento de detener la construcción de los asentamientos”.
 
En los años posteriores, Obama y su gabinete se opusieron a la construcción de colonias israelíes, pero Benyamín Netanyahu no cumplió con su compromiso con Washington para detener esta política de invasión. En su discurso en el año 2009 en el Departamento de Estado de EE.UU., tras explicar sus políticas sobre la situación en Asia occidental, apoyó el establecimiento de un Estado palestino según las fronteras de 1967. Obama argumentó que las fronteras de 1967 deberían ser la base de las conversaciones de paz. Pero, Netanyahu, reiteró en un comunicado el compromiso del gobierno estadounidense con el régimen israelí, y rechazó la política de Obama de iniciar negociaciones según las mencionadas fronteras. Obama, a pesar de sus críticas sobre la construcción de asentamientos y su énfasis en la formación de dos Estados según las fronteras de 1967, se opuso al tema de la membresía palestina en los organismos internacionales, incluidas las Naciones Unidas, la UNESCO y la Corte Penal Internacional, si bien, Palestina consiguió convertirse en 2012 en un miembro observador de este ente.
 
Barack Obama, quien, durante los últimos dos años de su Presidencia, se esforzó por resolver la crisis y la negociación entre los partidos palestino y sionista, define la causa palestina en el contexto de la crisis en las relaciones de los países árabes con el régimen sionista. En consecuencia, ofreció propuestas para normalizar los vínculos árabes con el régimen sionista, lo que, en opinión de Washington, conduciría a la paz palestino-israelí. Entre las propuestas del plan de Obama se puede indicar a la anexión de algunas áreas de Jerusalén Este a la Palestina ocupada, así como la preservación de los lugares islámicos de esta ciudad bajo la soberanía árabe. Aunque Obama consultó con los líderes regionales para la ejecución total de este plan unilateral, la continuación de la construcción de asentamientos israelíes y la fría relación de Netanyahu con Obama causaron el fracaso de este plan. De hecho, la excesiva demanda del régimen sionista y el apoyo de Estados Unidos a este régimen allanaron el camino para el fracaso de los planes anteriores.
 
Barack Obama, a pesar de pretender tratar de resolver el problema palestino, durante su Presidencia de ocho años, no permitió aprobar ninguna resolución contra el régimen israelí y posee un récord en este sentido. Por supuesto, en los últimos días de su mandato, se abstuvo a la Resolución 2234 del Consejo de Seguridad sobre el cese de la construcción de colonias del régimen sionista, que, según muchos expertos, fue un juego político y dramático, pues en los ocho años de gobierno, había brindado una gran cantidad de ayuda política y militar al régimen de Tel Aviv. El respaldo de Washington a Israel continuó tras la llegada al poder de Donald Trump como presidente de EE.UU. en 2016. Las políticas antislamicas de su Administración contra los musulmanes hicieron que el gobierno de Washington y el equipo asesor de Trump, como Jason Greenblatt y Jared Kushner, adoptaran posturas radicales sobre el tema palestino. De hecho, en términos de adoptar enfoques agresivos, se estableció una similitud entre el régimen sionista y la Administración estadounidense. De tal modo que Trump, en un acto sin precedente, trasladó la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén Este.
 
La influencia del lobby sionista en la Administración de Trump y la tendencia de sus familias cercanas y partido al movimiento sionista, además de los intereses económicos, ha creado una profunda dependencia ideológica y estratégica en el mandato de Trump para apoyar al régimen de Tel Aviv. Por esta razón, la alegación de Trump para resolver el conflicto palestino-israelí no beneficia a Palestina ni al mundo islámico, sino que favorece a los intereses económicos y comerciales de Estados Unidos y la supervivencia ilegítima de Israel. A pesar que la Autoridad Nacional Palestina ha aceptado en los últimos años los planes de reconciliación, la Administración de Trump ha estado humillando a esta organización. El jefe de la oficina política del Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina (HAMAS), Ismail Haniyeh, señaló en una reunión con los pobladores de la Franja de Gaza que “Tenemos información que muestra cómo el gobierno de Estados Unidos trata a los funcionarios y negociadores palestinos, y de hecho las demandas israelíes se expresan con la literatura y expresión estadounidenses al negociador palestino. La situación ha llegado a un punto que Washington ha obligado a la Autoridad Nacional Palestina a dejar de ayudar a las familias de los cautivos y mártires palestinos”.
 
Estimados amigos, en el próximo programa hablamos del malvado plan del acuerdo del siglo presentado por Trump en 2017.
 

P/NA/RH

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